miércoles, 1 de abril de 2009

Ritos

Leo como si lo que leyera tuviera de alguna forma que invadir lo que vivo, de lo contrario no funcionaría; por cobardía en la vida es quizás lo único que me llena y no hablo de otra cosa (sí, a veces pienso que tenés razón cuando lo decís y me hiere). Aparte de eso no hay nada más y la vida es rutinaria, otro tipo de ritual, pero del que seguramente no saldremos vivos; y si digo vivos es en el interior, porque también existen otras vidas y otras muertes.

Son días extraños y vuelvo a tener esta sensación de estar obligado a inevitablemente asistir a un evento milenario como si del canto de las ballenas o una puesta de sol en Machu-Pichu se tratara, de sentir ese cosquilleo por llegar a la mitad de ese camino y arriesgarme a lo que en definitiva ninguna persona en su sano juicio haría. Cosas como: Leer a Miller en la terraza de la cancillería, al pie de una bandera; repetir los poemas de Breton (a falta de Nadja) caminando por las calles de la universidad; seguir ese mismo trayecto para leer a Kafka, con la diferencia de que se detiene uno a ver la colina del observatorio y allí nace otro lugar de rituales, entre los arboles, al laod de un camino por donde nadie pasa, ni siquiera el tiempo; allí uno puede al mes siguiente saber que nada es más bello que "el encuentro fortuito de una maquina de coser con un paraguas en la mesa de disección".

Porque sé bien lo que hago cuando al pie de la estatua del libertador Simón Bolivar comienzo a caminar sin rumbos, porque es primavera acá también; por eso cumplo los ritos y será este sábado el próximo, el necesario...

"¡Oh mundo, estrangulado y derrumbado mundo! ¿dónde están los fuertes dientes blancos? ¡Oh mundo que te hundes con las pelotas de plata, los corchos y los salvavidas! ¿dónde están los rosados cueros cabelludos? ¡Oh, glabro y pegajoso mundo, oh, glabro mundo, totalmente masticado!, ¿bajo que luna muerta reposas, frío y reluciente?"
("Primavera negra" de Henry Miller)

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