jueves, 18 de marzo de 2010

Acordate que vivíamos en una país libre...

Nadie me lo saca nadie de la cabeza: una amiga que trabajaba en un diario donde recibieron amenazas de muerte, compañeros que vivían en comunas donde irrumpieron hombres con armas, otros que me decían como su casa estaba constantemente vigilada; la paranoia a veces llega a tal grado que alguien se pierde por unos días de nuestras vistas y creemos que se fue una vez más al extranjero por las constantes y cada vez más cercanas amenazas, como ya se ha vuelto común. Alguien me dijo que todo era paranoia, quizás tenga razón; aunque la verdad nunca lo sabremos; hay demasiadas coincidencias en las recientes muertes y esta por ejemplo el caso de las organizaciones en las que entrevisté a varios directores mientras acompañaba una consultoría en mi último trabajo y que alegaban que, cuando uno de sus miembros amenazados moría, debían ir con notarios lo más rápido posible a la escena del crimen; porque los llevaban al forense, en donde se negaban a realizar las autopsias o, en el peor de los casos, colocaban otras razones de fallecimiento. Pienso que todo esto son señales de una guerra de baja intensidad en la que estamos metidos, lo queramos o no, de uno y otro bando.

Hace unos años, mi maestro de taller literario me dijo que nosotros vivíamos en la inmensa libertad de que su generación nunca había conocido; pero la verdad es que eso se acabó. Hoy por hoy y sin necesidad de ser paranoico, uno debe tener cuidado de con quien habla, no porque haya agentes como creerán lo más temerosos; sino por evitar una mala cara que no es mucho, un insulto o un pleito en el peor de los casos. La época de tolerancia se acabó, si uno trata de ser tolerante y es amigo de gente del bando contrario recibe críticas, más si estas personas han opinado de una forma dura a más no poder como si sólo sus ideas fuesen valederas y las de los demás estiércol (conste que a veces lo hacen hasta sin darse cuenta) y si uno trata de defender sus posiciones esa amistad termina allí, en cuyos casos es mejor no tocar el tema político. Pero todo eso no es lo grave, lo grave es que hay gente que ha llegado al punto de creer que el otro no merece vivir, que la única solución al problema político del país es matar al bando contrario y eso lo he escuchado de la boca de muchas personas que, sin saber a quien ofenden, emiten esos comentarios; por ejemplo el taxista que me dijo que si se daba cuenta que en su taxi iba un maestro o un resistente, pues él andaba un arma y se lo bajaba allí mismo, o la mujer que gritaba histérica frente a la T.V. "¡matenlos a todos, matenlos a todos!" o el que escribió en su blog que la única solución posible era que "los agarraran a todos a tiros". Claro que en el bando al que pertenezco las cosas no son distintas, debo reconocerlo; pero no seré yo quien lo diga, pues no me ha tocado vivirlo, pero bien sé que hay personas a las que sí y es a ellos o ellas a quienes corresponde contarlo.

El país libre donde vivíamos o por lo menos la idea que teníamos (porque verdadera libertad nunca fue) de un país donde podíamos opinar sin temor a que alguien nos amenace por lo que pensamos o que nuestra vida y la de nuetras personas amadas se vea en peligro por las ideas políticas que profesan se acabó, como me dijo una amiga en la última reunión que tuvimos: "Acordate que vivíamos en una país libre".

2 comentarios:

marcela dijo...

Me parece muy curioso que mencionés todas esas cosas porque yo también siento eso de no poder hablar con la gente en público sobre ciertos temas. Realmente las cosas han cambiado entre las personas, pero no lo suficiente para que sean diferentes en todo el país.

Manuel dijo...

Eso depende de que tanto habían tomado partido por un bando o por otro, hay lugares en donde hasta para los toques de queda fueron absolutamente apáticos y otros donde por poco escapan de linchar a más de alguno; es natural hasta cierto punto que sea en tegucigalpa donde más se note eso.