viernes, 18 de noviembre de 2011

Nota 18-11

Hace ya tres años, escribí la palabra tristeza en las líneas de mi techo. Cada mañana me levantaba y era lo primero que miraba al abrir los ojos. Una vez, cuando era muy feliz, alguien trató de borrarlos a pedido mío; pero no pudo y yo miré aquello como un mal presagio (que en efecto se cumplió). Esa persona se fue de mi vida para siempre y, con el tiempo, continué pensando que alguien debía borrar esas palabras, que alguien llegaría y subiría a mi techo y las borraría; hasta que finalmente alguien llegó y me dijo que nadie debía borrarlas, que debían quedarse allí, que debía aceptar que estuvieran allí. Creo que fue la mejor respuesta que alguien me pudo dar.

En efecto, el universo sigue el camino de la aceptación y no de la negación; aunque tampoco quiera decir que debamos resignarnos, sino que  que la vida tiene sus partes tristes y sus partes alegres; hay que saber disfrutar las dos y saberle sacar la médula a lo que uno vive. (Más si uno cree que sólo tiene esta vida). Son etapas de la existencia, dos caras de una misma moneda. Después de todo, he llegado a la conclusión de que me molesta la gente que mira la vida como un valle de lágrimas tanto como aquella que cree que todo es color de rosa. 

Para despedirme quiero dejar esta canción de Jaques Brel, para que no se diga que sólo habla de amores muertos, de  imposibles, de traiciones o de ruegos para que alguien no se vaya. Él también tiene sus momentos luminosos.

2 comentarios:

tyess dijo...

El problema no es pasar un mal momento, el problema es quedarse en él. Se entiende que la gente no quiera renunciar a los momentos felices, tanto que los desgastan y luego no saben ni porque los querían, pero también es cierto que a veces no queremos dejar ir los tristes... ¿y eso por qué?

Manuel dijo...

No lo sé. He conocido de aquellos que tienen todas las capacidades para hacer algo en la vida y se van por una ruta de "tragedia griega" que me saca que quicio. En esos casos he llegado a pensar que se trata de un déficit de atención o de un grave egocentrismo. (Mi hermana que estudia psicología opina casi lo mismo).

Igualmente, detesto las personas que gustan de ver conejitos rosas y cariñositos en todas partes, como si no fuera suficiente salir a encontrarse con el basurero del barrio relumbrando bajo el sol para darse cuenta de que las cosas no son así.