jueves, 2 de agosto de 2012

Poemas de Robert Desnos


Robert Desnos es otro de mis poetas favoritos, nació un 4 de julio de 1900 en París, Francia (sí, con el siglo y como el siglo sería trágico su destino). Llevaba notas de sus sueños en un cuaderno desde su adolescencia, se interesó por los poetas simbolistas y luego por las vanguardias. En 1919, conoció a Benjamin Péret, quien lo presentó a André Breton, luego jefe del movimiento surrealista, y lo incluyeron en el grupo dadaista de París.
   
Durante la década del veinte, Robert tuvo un amor imposible por la cantante Yvonne George, se enamoró perdidamente de ella y le dedicó varios poemas y narraciones, aún y cuando conociera después a otras mujeres (como Youki Foujita con quien convivió a partir de los años treinta). Yvonne murió de tuberculosis en 1930, a los 33 años. En los textos de Desnos siempre aparecería ese contraste entre el amor imposible y el tangible. Sobre estos poemas amorosos, Antonin Artaud escribió: "No hay una sola alma que no se sienta tocada hasta en sus acordes más profundos,  no hay un espíritu que no se sienta emocionado y exaltado y que no se confronte con sigo mismo. Este sentimiento de un amor imposible cava en el mundo y sus fundamentos y los fuerza a salir de él mismo, podríamos decir que él le da la vida". 

Después de la separación del dadaismo, pasó a ser uno de los más importantes surrealistas. Breton siempre elogió la capacidad profética de los poemas de Robert, su calidad como medium en los ejercicios que hacía de escritura automática y de creación en hipnosis. André siempre respetó las capacidades de Desnos, incluso cuando éste último se separó del surrealismo, y no escatimó en elogios para la obra que produjo mientras estuvo en ese movimiento. André Breton escribió sobre él: "En el café, en medio del ruido de las voces, en plena luz, recibiendo empujones, Robert Desnos no tiene más que cerrar los ojos y hablar, y todo un océano cae con sus estruendos proféticos. En cuanto interrogan a este estupendo durmiente, apenas lo incitan, ya surge la predicción, el tono de magia, de revelación, de revolución, el tono del fanático y del apóstol. Por poco que Desnos hubiese explotado este delirio, se pudo haber convertido en jefe de una religión, en fundador de una ciudad, en tribuno de un pueblo sublevado."

En 1929, Desnos, ya cansado del carácter dictatorial de André e interesado en seguir su propio camino, publicó en la revista de George Bataille, adversario de Breton, y firmó el manifiesto "Un cadáver" contra su compañero, lo que significó el rompimiento definitivo entre ambos. Después de su separación del surrealismo, el poeta entabló amistad con Picasso, Hemingway y John Dos Passos, fue adentrándose cada vez más en la política, hizo algunos trabajos radiofónicos, críticas de jazz y cine. Llegados los años treinta, fue muy criticado por volver al verso formal, al estilo de los poetas simbolistas del siglo XIX, algo que la mayoría de escritores parisinos consideró realmente anacrónico.   

Cuando Hitler invadió Francia, Desnos se unió a la Resistencia y fue capturado por el ejército alemán un 22 de enero de 1944. De allí en delante iniciaría una serie increíble de penurias, trasladado de campo de concentración en campo de concentración, hasta ser llevado a Terezín, en Checoslovaquia, donde contrajo tifus. El 8 de junio de 1945, día en que liberaron el campo, un joven escritor checo lo reconoció entre una pila de cadáveres, todavía vivo, y lo llevó a un hospital donde murió. Se dice que sostenía en sus manos un trozo de papel donde había escrito los versos finales de su poema "A la misteriosa" el cual había dedicado a su amada Yvonne George. 

Entre sus obras publicadas están : Rrose Sélavy (1922-1923), El pelícano (¿?), Lenguaje cocido (1923) Duelo por duelo (1924), La libertad o el amor (1927), Las tinieblas (1927), Cuerpos y bienes (1930), Sin cuello (1934), Fortunas (1942), Estado de vigilia (1943), El vino está cansado (1943, novela) Comarca (1944), El baño con Andrómeda (1944), Cantafábulas y cantaflores (1970, póstuma), Destino arbitrario (1975, póstuma) y Nuevas híbridas y otros textos (1978, póstumo, cuaderno de notas)


A la misteriosa 

Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad.
¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo
y besar sobre esa boca
el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto he soñado contigo,
que mis brazos habituados a cruzarse
sobre mi pecho, abrazan tu sombra,
y tal vez ya no sepan adaptarse
al contorno de tu cuerpo.
Tanto he soñado contigo,
que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie,
con mi pobre cuerpo ofrecido
a todas las apariencias
de la vida y del amor, y tú, eres la única
que cuenta ahora para mí.
Más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios, que los primeros labios
y la primera frente que encuentre.
Y frente a la existencia real
de aquello que me obsesiona
desde hace días y años
seguramente me transformaré en sombra.
Tanto he soñado contigo,
tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado
de tu sombra y de tu fantasma,
y por lo tanto,
ya no me queda sino ser fantasma
entre los fantasmas y cien veces más sombra
que la sombra que siempre pasea alegremente
por el cuadrante solar de tu vida.



Los espacios del sueño

En la noche están naturalmente las siete maravillas del mundo y la grandeza
                                                                                 y lo trágico y el encanto.
Los bosques se tropiezan confusamente con las criaturas legendarias
                                                                             escondidas en los matorrales.
Estás tú.
En la noche están los pasos del paseante y los del asesino y los del guardia urbano
                                                                             y la luz del farol y la linterna del trapero.
Estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países donde es de día.
Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros estremecimientos del alba.
Estás tú.
Un aire de piano, el estallido de una voz.
Un portazo. Un reloj.
Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto.
Estás tú la inmolada, tú la que espero.
A veces extrañas figuras nacen el momento del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, las floraciones fosforescentes aparecen y se marchitan
                                                                          y renacen como fuego de artificios carnosos.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas y el canto del gallo de hace 2000 años
                                                      y el grito del pavo real en los parques en llamas y besos.
Manos que se aprietan siniestramente en una luz descolorida y ejes que chirrían
                                                                                            sobre los caminos de espanto.
Estás tú sin duda a quien no conozco, a quien conozco al contrario.
Pero que, presente en mis sueños, te obstinas en dejarte adivinar en ellos sin aparecer.
Tú que permaneces inasible en la realidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad de poseerte en ilusión pero que no acercas tu rostro
sino cuando mis ojos se cierran tanto al sueño como a la realidad.
Tú que en despecho de una retórica fácil donde la ola muere en la playa,
donde la corneja vuela entre las fábricas en ruinas, donde la madera se pudre crujiendo bajo un sol de plomo.
Tú que estás en la base de mis sueños y que sacudes mi alma llena de metamorfosis
                                                                   y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas y el movimiento tenebroso del mar, de los ríos, de los bosques,
de las ciudades, de las hierbas, de los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, pero está el sueño.
En la noche estás tú.
En el día también.


Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio...

Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio
              se levanta al modo de los rayos del sol poniente, así surgen
              por todas partes tus miradas.
Quizá ya no haya tiempo, ya no haya tiempo para verme,
Pero la hoja que cae y la rueda que gira te dirán que nada
                   perdura en la tierra,
Salvo el amor,
Y de esto quiero convencerme.
Botes de salvamento de colores rojizos,
Tempestades en fuga,
Un vals anticuado que se llevan el tiempo y el viento por los
                 largos caminos del cielo.
Paisajes.
No quiero más abrazos que aquel al que aspiro,
Y muera el canto del gallo.
Como una mano que en el instante de la muerte se crispa, así
                se oprime mi corazón.
Nunca he llorado desde que te conocí.
Quiero demasiado a mi amor para llorar.
Tú llorarás sobre mi tumba,
o yo sobre la tuya.
No será demasiado tarde.
Hasta mentiré. Diré que fuiste mi amante,
Y al final todo es tan absolutamente inútil,
A ti ya mí muy cerca nos espera la muerte.


Cuento de hadas

Había una vez (y fueron tantas veces)
un hombre que adoraba a una mujer.
Había una vez (la vez fue muchas veces)
una mujer que idolatraba a un hombre.
Había una vez (lo fue muchas más veces)
una mujer y un hombre que no amaban
a aquel o aquella que los adoraba.

Había una vez (tal vez sólo una vez)
una mujer y un hombre que se amaban.


El cementerio

Aquí estará mi tumba, y sólo aquí, bajo tres árboles.
Recojo sus primeras hojas primaverales
Entre un zócalo de granito y una columna de mármol.
Recojo sus primeras hojas primaverales,
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre
De este cuerpo que, si puede, vivirá cien mil años.
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre,
Pero otras hojas se ennegrecerán
Bajo la pluma de los que cuentan sus aventuras.
Pero otras hojas se ennegrecerán
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes:
Testamentos incumplidos, palabras que se pierden más allá de los montes.
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes,
¿Podré yo defender mi memoria del olvido
Como una jibia que huye perdiendo la sangre, perdiendo el aliento?
¿Podré yo defender mi memoria del olvido?


Identidad de las imágenes

Lucho furiosamente contra animales y botellas
Desde hace poco tiempo quizá diez horas una después de otra
La hermosa nadadora que tenía miedo del coral esta mañana
                                                                         se despierta
El coral coronado de acebo llama a su puerta
¡Ah! otra vez el carbón siempre el carbón
Te conjuro carbón genio tutelar del sueño y de mi soledad
                        déjame déjame seguir hablando de la hermosa nadadora
                        que tenía miedo del coral
No dictamines más sobre este tema seductor de mis sueños
La hermosa nadadora descansaba en un lecho de encajes y
                                                                           de pájaros
Los vestidos sobre una silla al pie del lecho iluminados por los fulgores
                                                                 los últimos fulgores del carbón
Llegado éste de las profundidades del cielo de la tierra y del mar
                              estaba orgulloso de su pico de coral y de sus grandes
alas de crespón
Durante toda la noche él había seguido divergentes entierros hacia
                                                                   cementerios suburbanos
Había asistido a bailes en las embajadas y dejado su rastro en una hoja de helecho
                                                                de los vestidos de raso blanco
Se había erguido terrible en la proa de los navíos y los navíos
                                                                                  no habían vuelto
Ahora agazapado en la chimenea acechaba el despertar de la espuma
                                                                               y el canto de las marmitas
Su paso resonante había turbado el silencio de las noches en las calles
                                                                               de adoquines sonoros
Carbón sonoro carbón amo del sueño carbón
Ah dime ¿dónde está la hermosa nadadora que tenía miedo del coral?
Pero precisamente la nadadora se ha vuelto a dormir
Y me quedo frente a frente con el fuego y me quedaré toda la noche para
                                   interrogar al carbón con alas de tiniebla que insiste
                                  en proyectar sobre mi camino monótono la sombra
                                  de su humareda y el reflejo terrible de sus brasas
Carbón sonoro carbón despiadado carbón.


Infinitivo

Ahí morir oh bella pavesa ahí morir
ver las nubes fundirse como la nieve y el eco
principios del sol y del blanco pobres como Job
no morir aún y ver durar la sombra
nacer con el fuego y no morir
apretar y abrazar amor fugaz el cielo opaco
ganar las alturas abandonar el borde
y quien sepa descubrir lo que amo
omita transmitir mi nombre a través de los años
reír en horas tormentosas dormir al pie de un pino
gracias a las estrellas iguales a una cifra
y morir de lo que amo al borde de las llamas.


La idea fija

Te traigo una pequeña alga que se revolvía
en la espuma del mar, y este peine.
Pero tus cabellos están mejor trenzados
que las nubes con el viento con los rubores celestes
y están de tal manera estremecidos de vida y de sollozos
que al retorcerse a veces entre mis manos
mueren junto a las olas y los arrecifes de la orilla
con tanta abundancia que hará falta mucho tiempo
para ya no esperar los perfumes y su huida
con la noche durante la que este peine marca sin moverse
las estrellas sepultadas en su rápido y sedoso curso
atravesado por mis dedos que solicitan aún a su raíz
la caricia húmeda de un mar más peligroso
que aquél donde esta alga fue recogida
entre la espuma dispersa de una tempestad.

Una estrella que muere se parece a tus labios
que azulean como el vino derramado sobre el mantel
Transcurre un instante con hondura de mina
La antracita se queja sordamente
y cae en copos sobre la ciudad
Hace frío en el callejón sin salida donde te conocí
Un número olvidado en una casa en ruinas
creo que el número 4
Te reencontraré dentro de pocos días
cerca de esa maceta de flores estrelladas
Las minas roncan sordamente
Los techos están cubiertos de antracita

Este peine en tus cabellos parece el fin del mundo
El humo el ave ancestral y al arrendajo
allá se acabaron las rosas y las esmeraldas
las piedras preciosas y las flores
La tierra se desmorona y se estrella
con el ruido de una plancha sobre el nácar
pero tus cabellos tan bien trenzados
tienen la forma de una mano


La voz

Tan semejante a la flor y a la corriente de aire
al curso del agua a las sombras pasajeras
a la sonrisa vislumbrada aquella famosa noche a medianoche
tan semejante a toda la felicidad y a la tristeza
es la medianoche pasada alzando su torso desnudo por encima de las torres
                                                                                             y de los álamos
llamo a mí a los perdidos en los campos
los viejos cadáveres los viejos robles talados
los jirones de tela pudriéndose sobre la tierra y la ropa secándose
                                                                a los alrededores de las granjas
llamo a mí a los tornados y a los huracanes
las tempestades los tifones los ciclones
los maremotos
los temblores de tierra
llamo a mí al humo de los volcanes y al de los cigarrillos
a los círculos de humo de los puros de lujo
llamo a mí a los amores y los enamorados
llamo a mí a los vivientes y a los muertos
llamo a mí a los sepultureros llamo a los asesinos
llamo a los verdugos llamo a los pilotos los albañiles los arquitectos
                                                                                           a los asesinos
llamo a la carne
llamo a la que amo
llamo a la que amo
llamo a la que amo
la medianoche triunfante despliega sus alas de satén y se posa sobre mi lecho
las torres y los álamos se pliegan a mi deseo
aquellos se derrumban aquellos se desploman
los perdidos en el campo se reencuentran al encontrarme
los viejos cadáveres resucitan por mi voz
los jóvenes robles talados se cubren de verdor
los viejos jirones de tela pudriéndose en la tierra y sobre la tierra crujen
                                                        por mi voz como el estandarte de la revuelta
la ropa secándose en los alrededores de la granja viste adorables mujeres
                                                                                                       que no adoro
que vienen a mí
obedecen a mi voz y me adoran
los tornados giran en mi boca
los huracanes enrojecen si pueden mis labios
las tempestades rugen a mis pies
los tifones si es posible me despeinan
recibo los besos de embriaguez de los ciclones
los maremotos vienen a morir a mis pies
los temblores de tierra no me estremecen pero hacen que todo se desplome
                                                                                                 a una orden mía
el humo de los volcanes me viste con sus vapores
y el de los cigarrillos me perfuma
y los círculos de humo de los puros me coronan
los amores y el amor tan largo tiempo perseguidos se refugian en mí
los enamorados escuchan mi voz
los vivientes y los muertos se someten y me saludan
los primeros con frialdad los segundos con familiaridad
los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas y declaran que sólo yo
                                                                        puedo mandar los nocturnos trabajos
los asesinos me saludan
los verdugos invocan la revolución
invocan mi voz
invocan mi nombre
los pilotos se guían por mis ojos
los albañiles sienten vértigo al escucharme
los arquitectos parten hacia el desierto
los asesinos me bendicen
la carne palpita a mi llamado

la que amo no me escucha
la que amo no me entiende
la que amo no me responde

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