domingo, 1 de diciembre de 2013

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Hace unos días ganó Juan Orlando Hernández en las elecciones de mi país. No voy a negar que esto me decepciona, no sé que le espere a Honduras en los próximos cuatro años, pero estoy seguro que no es algo bueno. Por la actitud de este personaje, diré que no es lo mejor. Asumamos que los más positivo que hizo hasta ahora fue darle una casa a un niño que mantenía a sus  hermanos (a más no poder show, con cámaras, lágrimas, vivas al partido y toda la parafernalia) y prometerle que iba a pagarle un curso de peluquero para que siguiera trabajando. Si usted piensa que eso es bueno, sólo le recuerdo que ningún niño debe trabajar y no se necesita ser muy inteligente para darse cuenta de la demagogia populista de ese acto. Seguidamente anunció que todos los diputados de su partido iban a ser premiados con un viaje a al mundial de Brasil 2014 y eso que se les debe un año de sueldo a muchos médicos y maestros, además de ni preocuparse si la economía anda por los suelos. Hasta los periodistas que lo apoyan tuvieron que decir que quizás se trataba de una declaración presa de la euforia, aunque ya habían pasado tres días de la declaratoria de ganador. Días después, en los diarios se publica la noticia: le van a subir a los impuestos y lo tienen que hacer antes de que asuma el nuevo congreso, porque ya no lo tendrán bajo su control... Bueno, de algún lugar tenían que sacar para recuperar el dinero de la multimillonaria campaña electoral.

No olvidemos tampoco que antes de las elecciones, entonces presidente del Congreso Nacional y candidato del Partido Nacional (oficialista), ya había cambiado a los fiscales, la jueces de la Corte Suprema de Justicia por los de su conveniencia y tenía comprados a diputados, mesas electorales y miembros del Tribunal Supremo Electoral. Propuso que la solución para los problemas limítrofes con El Salvador era comprar más aviones de guerra y para la seguridad interior era fundar una policía militar con poderes especiales, a tal grado que ahora pueden entrar a tu casa sólo con el permiso de un coronel. Sus propagandistas usaron toda la maquinaria del Estado para emprender acciones demagógas: dar bolsas de semitas, libras de tortillas, bonos de 10,000 Lempiras e incluso pagar el voto con una tarjeta llamada "Cachureca" mediante descuentos para todos aquellos que se afiliaran al partido; todo ello es ilegal en muchos países e incluso sorprendió a los propios observadores internacionales. En cuanto al ataque a los otros partidos, su publicidad consistió en demonizar a sus adversarios, muy al estilo de la novela 1984 acusándolos de ser aliados de Venezuela y la "izquierda radical latinoamericana" (poco faltaba para que yo escuchara Emmanuel Goldstein, Eurasia o Estasia). El que no quería ver un totalitarismo en ciernes, era porque cerraba sus ojos.

Se habla de fraude, qué diablos, se hizo fraude, hasta mis amigos de derecha (los que se toman en serio la política) lo reconocen y se preocupan. No hay donde acudir a denunciarlo, pues todo está bajo su control. Por allí uno presa de la emoción dijo: "Aquí va a terminar habiendo un vergueo grande, una guerra civil o un magnicidio"...  Pero siempre me entra la duda, ¿Y si el pueblo sí lo eligió? No sería extraño en un país donde hay un analfabetismo del 40% e incluso estas elecciones me han servido para darme cuenta que una educación universitaria no es sinónimo de mayor consciencia: he visto compañeros (as), que se supone preparados, vitorear a este sujeto como si de la estrella de un equipo de fútbol se tratara cuando es más que obvio que sólo es un corrupto más. Yo entiendo que si se tienen diferencias ideológicas con los partidos de izquierda, siempre se podía votar por otro, cualquiera era aceptable con tal que no saliera electo este tipo.  

He estado muy deprimido por todo esto, no lo voy a ocultar. Incluso he considerado cambiar mi nacionalidad y quedarme a vivir aquí en México. Quizás no sea un país de ensueño; pero, al no ser mío y prohibirme opinar de política so pena de expulsarme, me quitan ese peso de encima; además que tengo acceso a una vida cultural tan intensa como la que nunca soñé. Una amiga me dijo una vez que ella no tenía "espíritu de mártir" como para seguir en nuestro país, en cambio yo siento que he vivido 29 años en Las Termópilas, en Honduras de Las Termópilas, donde gente como yo se debate contra fundamentalistas para mantener su posición crítica sobre la vida, para terminar siendo un extranjero en nuestra nación. 

1 comentario:

marcela dijo...

Pucha Manuel, comparto todo lo que decís.

Estoy tan decepcionada que no tengo ni ánimos de discutir, pelear, nada.