miércoles, 8 de julio de 2015

Luz de antorchas.

"-Escúchenme, ¡regresen a sus casas! ¿Qué es lo que quieren?.
-¡La independencia!¡La libertad!"

(De la película, La batalla de Argel).

En La Batalla de Argel, el  Frente de Resistencia es derrotado y parece que todo está servido en bandeja de plata para la victoria de los colonos. De repente, algo sucede: sin que nadie se lo espere, las manifestaciones comienzan a cundir en toda Argelia, la situación se hace insostenible y los franceses, más que extrañados, hasta intentan contactarse con antiguos dirigentes de los movimientos de independencia; pero estos dicen no saber qué pasa. El gobierno central de Francia no tienen de otra que pactar la independencia de su colonia. La visión final de la película es de un cierto determinismo histórico que nos dice que "la libertad encontrará siempre su camino". La realidad es más dura que eso y cualquiera, que mínimamente haya estudiado las narrativas históricas, será un escéptico.

Hace unos días en mi país, Honduras, a pesar de una oposición rebasada y dividida, de repente se presentó un estallido social. La organización es menos ideológica que en otras ocasiones y se trata más de la frustración y el enojo contenido que sale ¿Podrá pasar de la protesta a algo más contundente? Me gustaría decir que estoy lleno de esperanza, que a la larga se va a poder vencer a ese poder presidencialista omnímodo; pero las cosas no son tan simples, hay toda una maquinaria monstruosa caminando en contra, mientras que esta rebelión me parece más idealista y espontánea que en otras ocasiones; la figura unificadora ha sido la rabia plural. La ruta, si es que se quiere cumplir la popular consigna, debería ser el paro nacional, pero falta demasiada organización. 

Este movimiento, al igual que la mayoría de los que se han dado de 2009 a la fecha, se ha conformado como una alianza de clases al estilo de los partidos populares latinoamericanos actuales (la marea rosa que arriba tardíamente o que nunca acaba de arribar). Precisamente esa alianza de clases es la gran debilidad y la gran fuerza; en el mismo movimiento hay situaciones contradictorias por la poca claridad ideológica. Si la oposición no es capaz de ver la coyuntura y la necesidad de una alianza estratégica, entonces todo se irá al caño; aunque también cabe preguntarse si la misma oposición partidista no terminaría asfixiándolo al absorberlo y quitarle su bandera de no partidización. Esta la cuestión de muchas dudas que todavía flotan sobre los verdaderos organizadores y sus metas, que a veces parecen chocar con las de la masa.

Se quiere exagerar el peso de la clase media en las protestas; pero se debe tomar en cuenta que ésta es mínima en Honduras, creo que no llega ni al 30% de la población y de hecho se redujo todavía más en los últimos años (casi 320,000 pasaron a la pobreza); así que su peso político está sobre-valorado cuando sólo se la toma en cuenta como masa, su valor auténtico es organizativo. A pesar de que su peso de masa sea mínimo, ellos  (burguesía y pequeña burguesía) ocupan la mayoría de la cúpula de dirección; pero con motivaciones ideológicas no muy claras. Para evidenciarlo sólo basta preguntarse ¿cuántos altos cargos pertenecen a sectores como Villafranca, Divino Paraíso, Los Profesores, etcétera? Claro, es sólo  mi hipótesis; mi comentario debería estar apoyado por mayores datos estadísticos.

Los intentos por desestimar las protestas han sido inútiles. El gobierno del Partido Nacional no está acostumbrado a este tipo de reacciones contra él. Siempre había lidiado con las movilizaciones organizadas por un sector en particular, con dirigencia distinguible a la cual atacar directamente. Su incapacidad se revela cuando, desde las cúpulas, las estrategias son las mismas: descalificar a dirigentes, acusar conspiraciones de oposición, usar los medios para tergiversar o ligar a los manifestantes con el crimen organizado; sin embargo, no se puede atacar la cabeza ya que no hay cabeza visible, ni siquiera un cuerpo sino miles de ellos, miles de rostros y voces alzadas.

Honduras había caído hasta lo más bajo, el ciudadano común ya se había resignado: la única salida era abandonarlo todo. El corresponsal Alberto Arce había incluso llegado a decir que la situación del país rozaba la locura. De ese lodo, la gente se ha levantado para indignarse; aunque la clase gobernante sigue encerrada en su castillo de naipes, presos de su propia ilusión. Contrario a mis compañeros yo me pregunto ¿Será un fuego fatuo más todo esto?¿Encontrará su camino al libertad por medio de esa luz de las antorchas? Miro la escena final de La batalla de Argel una y otra vez, escucho las frases del narrador, como la voz de la pequeña esperanza, "años de lucha deberían todavía pasar" y realmente quisiera creer en ello. 

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