lunes, 9 de octubre de 2017

Bojack Horseman, una fábula de nuestro tiempo


Bojack Horseman es una serie animada nacida de la colaboración entre Raphael Bob-Waksberg y la dibujante Lisa Hanawalt, el programa es distribuido actualmente por la plataforma Netflix. Esta comedia nos narra la historia de  Bojack Horseman, una celebridad antropomórfica venida a menos después de un período de fama en la comedia situacional llamada Horsin'around.  Más tarde, Diane Nguyen es contratada para escribir una biografía a la que Horseman le ha dado largas; esto da pie a una reflexión sobre el pasado y cientos de situaciones absurdas como depresivas.

Con base en algunas de sus características, bien podemos decir que esta serie es una fábula de nuestra época. En palabras de Kurt Spang, la fábula es uno de los géneros más antiguos de la humanidad, se caracteriza porque personas y animales interactúan en historias que son alegorías,  críticas punzantes contra los vicios y burla de aspectos sórdidos de la sociedad.  Como para quitarle su poder, la fábula generalmente ha sido relegada al nivel del cuento infantil en el imaginario popular; aunque tiene un poder terrible:  no es coincidencia que Esopo, uno de los grandes fabulistas,  haya sido condenado a muerte por burlarse de los dioses y de sus conciudadanos, pues a través de ella se pueden decir cosas terribles sobre nuestros contemporáneos. 

No es regla general, pero la fábula debe tener una moraleja, pues su carácter es eminentemente didáctico, es decir, nos quiere “enseñar”, adoctrinarnos con respecto a cierto tema, mostrar un reflejo del mundo en su esencia. Algo que me molestó al principio de Bojack era precisamente ese aspecto, notaba cierto carácter moralizante, cierta actitud pedagógica e instrumental en sus historias; pero esas moralejas son cada vez más oscuras y van adquiriendo un tono de tragedia conforme avanzan los capítulos.  Las tramas de esta serie tienden a hacernos creer que los personajes tendrán una reconciliación con sí mismos (comedia en el sentido clásico); pero esas expectativas son casi siempre destruidas y terminan en la imposibilidad de reconciliarse con el mundo, entendiendo que el universo es irredimible pero deben continuar (tragedia). En el peor de los casos, los individuos adquieren en una consciencia satírica, una visión cínica de su contexto y tendrán la  certidumbre de la imposibilidad de cambiar su realidad; así que nos les queda más que sublimarlo: “reír para no llorar”. Debido a esto último, este show posee un humor ácido que la hace muy atractiva, algunas veces en detrimento de otros aspectos.


Quiero hacer una diferencia aquí, la serie tiene un humor muy sucio, pero su verdadera fuerza reside en la construcción de su trama, aunque quizás yo esté exagerando demasiado. No se queda en el simple humor indecoroso de series como Rick y Morty, nihilista hasta el tuétano, o en lo grotesco de South Park; aunque sí tiene varios episodios de ese estilo. No recomiendo que se dejen llevar por los tres primeros capítulos, ya que después del cuarto (en concreto con Zoës and Zeldas) la serie nos da golpe tras golpe. Conforme avanzan los episodios, nos damos cuenta que tras esa apariencia cáustica e hiperbólica al estilo de Seth MacFarlane hay  una serie de capas, una profundidad pocas veces vista en este tipo de programas. 

Intentaré volver al tema ¿Cuál es la moraleja de Bojack Horseman? En principio, parecería que va a hacer mofa de la farándula; pero, si uno presta atención, va un poco más allá y nos habla de la generación que creció en el fin de siglo, una generación a la que ya le va costando entender el mundo. Sí, habla de la vanidad, pero de una manera muy particular: no deja títere con cabeza y te lanza en la cara cómo lo vano se ha empoderado de cada reducto. En mitad de ese desorden, sin razón y sin motivo, estamos nosotros tratando de ganar la carrera (metáfora vital recurrente durante el show).

Opino que esta serie se entiende mejor si uno la mira con más de treinta años, cuando ya entrás en la etapa de desidealizar, de asumir la porquería  en el mundo y en vos mismo. Este desencanto no sólo lo vemos en Bojack, un individuo auto-destructivo y tóxico, sino en el resto de los personajes, aquellos que no necesariamente han labrado su propia ruina. Crueldad y apariencias vanas, pero,  a pesar de todo, la esperanza en el fondo porque “lo único que tenemos en este mundo terrible son los vínculos que construimos”; esa es la verdadera moraleja.