viernes, 31 de diciembre de 2010

Antepasados

Como cada 24 de Diciembre, me fui al sur del país a pasar estas fiestas con mis padres. El día siguiente, en un viaje hacia las propiedades de mi familia, fuimos a visitar las tumbas de mis tatarabuelos; así que prácticamente pase la navidad buscando mis raíces.


Mis tatarabuelos, y parte de su descendencia, están enterrados en un lugar que se llama Santa Teresa, que ahora es propiedad de unos tíos. Hasta allá nos fuimos con mi mamá; pero resultó que en la casa de mi tío sólo estaban dos niños, que tuvieron la amabilidad de guiarnos hasta donde estaba el antiguo cementerio, ya que el viejo camino se había perdido. Para mi sorpresa me di cuenta que estaban sepultados en la parte más alta de una montaña y hasta allá, con todo y que a mi mamá casi le da un soponcio, tuvimos que subir y cruzar el tupido bosque.

Al llegar allá, nos dimos cuenta que todo el cementerio estaba destruido y sólo quedaba en pie la lápida de mi tatarabuelo, que mi bisabuela mandó a construir en el año de 1955. Se supone que allí también están enterrados: Mi tatarabuela, mi tío Carlos, hermano de mi abuela, y el otro hermano de mi abuela, que murió cuando tenía al rededor de ocho años; pero todas esas lápidas estaban destruidas.

A diferencia de mi familia paterna, de la que sólo sé que mi abuelo era de San Salvador y mi abuela de Santa Ana (Honduras), con el lado materno sucede que sé casi todo sobre mi ascendencia, en parte gracia a la documentación que cada uno de mis parientes guardó sobre cada uno de sus ancestros. La historia de mi familia materna es muy interesante, mi abuelo Carlos Cadalso nació en la ciudad de Trinidad en Cuba a mediados del siglo XIX, su familia se pasó a vivir a Massachusetts en el año de 1870, allí estudió Medicina y conoció a mi tatarabuela. Mi tatarabuela se llamaba Jeannethe, era hija de unos inmigrantes franceses que habían llegado de Loire y tenía parientes en Marruecos. Ellos dos vinieron a El Triunfo (en ese entonces Valle de Jobos) en el año de 1896. La idea de mi abuelo era explotar unas minas de la zona en asociación con una familia italiana, pero al final todo salió mal y terminó dedicándose a plantar café.

Mi tatarabuelo murió en el año de 1940, aproximadamente, y mi bisabuela mandó a colocar esta placa hasta el año de 1955. Ante ella, me fue inevitable no ponerme a reflexionar cómo un señor que hablaba español como lengua materna, además de inglés, francés e italiano y que tenía un título en una prestigiosa universidad de los Estados Unidos, viniera a quedarse en un lugar perdido del mundo. Mi abuela siempre hablaba del amor que su abuelo le tenía a esta tierra, de lo bello que le parecía aquel lugar de todos los que había visto en sus viajes; tanto así que pidió ser enterrado en el punto más alto de su propiedad, en donde, en aquel entonces se podía divisar todos sus terrenos. Quizás es algo que un ser tan urbano como yo no podré entender.


martes, 7 de diciembre de 2010

Nota musical para ese ayer