viernes, 3 de marzo de 2017

La llegada (The arrival)

Le podemos achacar al lenguaje la razón de los constantes malos entendidos  entre los seres humanos. Hay una contradicción inherente en el proceso de comunicación, pues debería servir para entendernos; pero no es efectivo. Contrario a quienes piensan que la discusión franca conduce a  la renuncia de la violencia y que producirá un entendimiento, el idioma y nuestra capacidad biológica de crear signos es lo que nos separa. El lenguaje es un constante campo de batalla con el otro, más que un punto de unión y concordancia; porque el elemento inherente de todo lenguaje es el acto violento en sí mismo, el trastocar la esencia de las cosas. La película La llegada (The arrival) entiende esto a la perfección.

En este filme, una serie de naves extraterrestres han llegado a la tierra y la Doctora Luise Banks (Amy Adams) es llamada por el gobierno para traducir el idioma de estos seres y poder saber si vienen en son de paz o de conquista.  Esta historia bien podría decantarse por algún cliché; pero, como la buena ciencia-ficción, el elemento futurista y fantástico sólo es una vía para hablar de nuestros problemas,  El planteamiento del fallo de la comunicación aparece desde el personaje de la Doctora Luise, encargada de dar clases de Lingüística, quien no puede entablar ningún tipo de empatía con sus alumnos o con cualquier elemento exterior a su vida académica.  El filme tarda en mostrarnos a los aliens y, cuando los miramos finalmente, están separados por un muro; esa separación es tanto física como metafórica. Lacan establecía que, en la composición de la psiquis humana, el lenguaje servía como un muro más que como un hilo para unirnos; por eso, sólo cuando Luise pueda entrar a ese mundo de niebla, cuando traspase el muro del lenguaje y destruya los significantes ya establecidos, será cuando el verdadero mensaje para la humanidad le sea entregado.

Los humanos  con su visión unidireccional son incapaces de entenderse. Incluso si compartieran la misma lengua, sus palabras están llenas de equívocos que los llevarían al borde de la destrucción. Sólo un acto directo, un apelar a los recuerdos, al espacio íntimo, puede redimirlos en cierta forma. Los extraterrestres, en cambio, poseen un lenguaje más visual y físico, que permite ver en diferentes perspectivas, adentrarse en el otro sin idealizaciones. Tampoco es coincidencia que la grafía de los alienígenas nos recuerde un uróboros, la serpiente que se muerde la cola y símbolo del eterno retorno, pues a la visión cíclica del tiempo les permite aceptar y ver su existencia como un mero transcurrir en lo circular. Sólo cuando la humanidad acepte el ciclo perpetuo será cuando pueda obtener un entendimiento pleno que no reniegue de su sufrimiento, destino y diferencias. El arribo de los extraterrestres tiene un carácter más de examen a la humanidad y no de solicitud de ayuda como nos hacen entender.

En el apartado técnico, el sonido y los efectos especiales no son menos que la trama. Sobresale el montaje que nos depara revelaciones inesperadas al final, pero no me gustaría arruinarles la historia. El ritmo es muy lento, contrario a lo que nos mostraron los adelantos, y es muy probable que aquellos que esperaban una película de acción salieran decepcionados.

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