"Tal vez tardaremos en darnos cuenta de que también nuestra muerte ha empezado ese día; yo sí lo supe la noche en que en mitad de una cena alguien aludió indiferente a una noticia de la televisión, en Milly-la-Forêt acababa de morir Jean Cocteau, un pedazo de mí también caía muerto sobre los manteles, entre las frases convencionales."
-Julio Cortázar, Burla burlando ya van seis delante.
El 13 de septiembre de 2022, murió Jean-Luc Godard. Para mi generación y las anteriores, era un maestro del cine, uno de los que más lejos llevó las propuestas de la Nouvelle Vague (Nueva Ola); aunque para las últimas generaciones sea sólo un snob (ambas tienen algo de verdad). El director decidió morir en su propia lid; según reportes, recurrió al suicidio asistido. Sufría de varias enfermedades invalidantes y sencillamente ya estaba agotado de todo; era un ermitaño y un hombre huraño que se había peleado con muchos de sus amigos (los ya difuntos Varda y Truffaut, por ejemplo).
Godard fue un cineasta que perteneció a la nueva ola francesa a finales de los años cincuenta, un grupo de cineastas que, bajo el ala de André Bazin, se abrieron a la experimentación y la expresión personal. Para ellos, el autor de un filme era el director; aunque Godard mismo rechazaría más adelante esa idea al comprometerse con movimientos maoístas y declarar que se trata de un arte eminentemente grupal. Con 131 filmes en su haber, la obra de este creador incluye documental, cine noir, ciencia ficción, protesta, etc. En todos ellos, trata de llevar al límite las capacidades del lenguaje visual.
Mi amigo Gabriel, con quien hablé por teléfono ese día, relacionó la decisión de morir tomada por dicho realizador con la influencia de Camus: "Godard siempre andaba al filo de la navaja, como podía vivir, podía morir", en su opinión, "hizo de su muerte un acto". Mi amigo lo había entendido perfectamente y ello se confirmó cuando en días recientes se reveló que Jean-Luc dejó un testamento visual elaborado antes de fallecer. Se trata de Scénarios, un corto antibelicista donde el artista aparece leyendo frases de diversos autores mientras se sucede un collage de imágenes y algunas escenas de distintos filmes
No puedo evitar relacionar las películas de Godard con mis veinte años. Recuerdo que la primera película que miré de él fue Al final de la escapada allá por el 2005. Euclides la había alquilado en un viejo videoclub llamado Stereo Vídeo, ahora ya cerrado. Era Euclides quien nos había estado hablando lleno de emoción a Gabriel y a mí sobre la Nouvelle Vague. No puedo dejar de reconocer que mi interés por el cine se lo debo a él y también a nuestras pláticas con Ponce Garay.
Como jóvenes veinteañeros, nos gustaba todo aquello que rompiera el molde, aquello que intentara con toda fuerza demoler lo establecido. El cine de Godard no fue menos que eso. Después de ver la película en la casa de Euclides, los tres salimos a caminar emocionados, hablando por varias horas sobre los cortes abruptos, la introducción directa de citas y la destrucción del lenguaje cinematográfico. A partir de entonces nos reuniríamos los fines de semana, durante buena parte de ese año, para mirar distintas películas en la casa de alguno de nosotros. Por eso, la muerte de Godard me sentó como el fin definitivo del último resquicio de esa juventud, como un pedazo de nosotros que caía muerto sobre los manteles.