viernes, 6 de septiembre de 2024

Vidas pasadas



Vidas pasadas es una película dirigida y guionizada por Celine Song cuenta con la actuación de Greta Lee (EE.UU.) como Nora Moon, Yoo Tae-o (Corea del Sur) como Hae Sung y John Magaro (EE.UU.) como Arthur; y tiene la fotografía de Shabier Kirchner (EE.UU.). Este filme fue producido en Estados Unidos y contó con una nominación a mejor película en los Premios Oscar en 2024. Con respecto a esta película, en una entrevista para Vanity Fair, su directora, quien ya antes había trabajado en el teatro,  opinó que tenía una intención de autodescubrimiento artístico más que biográfico: "Esta película es increíblemente personal para mí, por supuesto en cuanto a su concepción, pero es increíblemente personal para mí porque es mi descubrimiento como artista". 

La cinta es un drama y nos narra cómo Nora, quien tuvo que migrar de Corea a Estados Unidos, se reencuentra con Hae Sung, un amor del pasado. A pesar de las expectativas que pueda hacerse, Nora ya ha hecho una vida con su esposo Arthur. Opuesto a lo que pensaríamos, y de la posibilidad de un complicado cuadro amoroso como el planteado por otros guionistas, la tensión no escala a lo melodramático en este triángulo; sino que está contenida; algo que nos golpea más a los espectadores. Los personajes, que demuestran la madurez que su experiencia les ha dado, no se confrontan sino que se acompañan en el trance de abandonar su yo pretérito y condolerse por aquello que nunca será.

El filme está construido a través de tomas lentas, fijas, planos medios, generales y ocasionalmente panorámicos que establecen una relación con el ahora y el pasado. Planos medios fijos para establecer relaciones entre los personajes, centrarnos en el mundo de sus conversaciones, y planos generales lentos fijos y contemplativos para establecer relaciones con el mundo y los objetos que los rodean (una ciudad, una calle o hasta una puerta). Considero que estas últimas son las mejor usadas. Esta directora ha declarado amar a Nueva York, así que no resulta extraño que nos encontremos con vistas frecuentes a hermosos paisajes de la ciudad. Sus encuadres nos hacen sentir la compañía de una conversación íntima y también la soledad ante la inmensidad de la urbe.

Cada secuencia es una línea en una larga carta de adiós a ese ayer, por tanto, un gran duelo con paseos por el ahora. Cada diálogo nos recalca cómo ese yo que fuimos y sus anhelos ya no existe; sin embargo sigue siendo una parte del hoy y, a pesar de todo, despedirse del pasado es difícil. Al respecto, resultan paradigmáticas dos tomas en las que se contrastan la infancia y la adultez, una al principio de la película y otra ya adentrados en la trama: las estatuas con huecos detrás de ellos cuando los personajes son niños en Corea en contraste con las estructuras firmes cuando se reencuentran ya  adultos. 

Esta obra es un canto a la aceptación de nuestro yo actual: Esto en lo que hemos terminado es lo que siempre debió ser. Hay constantes referencias a lo que pudimos haber sido, no solo en el ahora, sino en otras vidas o en vidas futuras; pero no lo sabemos ni lo sabremos nunca. Solo tenemos este aquí. Las puertas adquieren un significado relevante a lo largo de esta historia: una puerta se cierra lentamente  cuando se despiden, una puerta que se abre cuando cada una va a su casa.  Un pasado se va para siempre, se debe volver entonces al presente que se abre para contener un futuro. 

En los últimos años, el tema de los universos posibles ha sido ampliamente explotado por el cine de Hollywood, en especial el cine de Superhéroes de Marvel y DC y algunas producciones ganadoras del Oscar como Todo en todas partes al mismo tiempo. A diferencia de esa tendencia, Vidas pasadas es anti-multiversos y contrario a la tónica actual nos llama a estar presentes en este acá y a dejar de ir esos días pasados por muy duro que esto sea. 

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