Ayer, se detuvo la intención del presidente Juan Orlando Hernández (Partido Nacional) de elevar a rango constitucional la Policía Militar de Orden Público (PMOP). Para los que son extranjeros y aquellos que no están al tanto de la situación, déjenme explicarles que este tipo de policía es un escuadrón especial que se creó con el fin de combatir la delincuencia debido a los altos indices de violencia que se viven en mi país. El mayor "pero" a este proyecto es que representa regresar a un pasado militarista donde las instituciones civiles (la policía en este caso) estaban bajo el control del ejército.
El plan de Orlando Hernández consistía en elevar la PMOP a carácter de permanente y bajo el control directo de la presidencia de la república (de acuerdo a cada situación, las fuerzas del orden público en Honduras responden a diversos poderes del Estado). Por su parte, la oposición alegaba que una organización de ese tipo bajo el control de una sola persona podía llevar a que se le diera un mal uso y, en el caso de Juan Orlando, a que la utilizara como su propia guardia pretoriana para su defensa y llevar a cabo sus intenciones reeleccionistas.
Durante los días previos, una campaña de presión se hizo sentir contra los cuatro partidos de oposición (LIBRE, Partido Liberal, PINU-Socialdemócrata y Partido Anti-corrupción). Los diputados denunciaron que estaban siendo intimidados de diversas formas y, por si fuera poco, el mismo presidente de la república convocó a una cadena nacional de radio y televisión para decir que si no lo apoyaban era porque estaban coludidos con la delincuencia. Al final, el resultado de la votación fue de 67 votos en contra y 61 a favor. Considero que la derrota del Partido Nacional fue lo mejor que pudo pasar. Minutos después, el mismo presidente anunció que iba a convocar a un plebiscito; aunque de nuevo necesita contar con la aprobación por mayoría calificada en el congreso y eso implicaría una negociación.
Lo interesante es que Juan Orlando no se da cuenta que con esa insistencia sólo está uniendo cada vez más a la oposición y conjuntándola en su contra. Claro, el futuro sigue mirándose oscuro y parece que seguirá así. Hace unos días regresé de Honduras y puedo dar fe de que nada ha cambiado: las muertes, la corrupción y la delincuencia son el pan diario, la crisis hace que cada vez más gente intente escapar a como dé lugar; por muchas estadísticas falsas y medios comprados, uno no puede esconder eso.
Mi patria se ha convertido en un país donde la esperanza ha sido llevada hasta los suelos. En los últimos dos años, ha sido golpe tras golpe a cualquier optimismo. Quizás por eso estamos contentos por esa pequeña victoria de ayer. Hemos estado tan acostumbrados a las decepciones y a morder el polvo a cada momento, que hasta lo más ínfimo nos parece un paso monumental. Como dijo Fabricio Estrada después de la votación: "Un poco de luz, caramba, tan sedientos de cielo estábamos".
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