Drama brasileño de 2013 que cierra la “trilogía de la soledad” dirigida por Marcelo Gomes y Cao Guimarães, en esta ocasión la historia está basada de manera muy libre en un cuento de Edgar Allan Poe del mismo nombre. Entre sus reconocimientos, obtuvo este año el Gran premio Coup de Cœur del Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse y el del Festival de Cine de Guadalajara, México. Este trabajo narra la vida de Juvenal (Paulo André), un hombre de mediana edad en Belo Horizonte, conductor de trenes de metro, que vive sin familia ni nadie en su vida. En cierto momento, Juvenal sufre un pequeño quiebre cuando su compañera Margo (Silvia Lourenco), controladora de cámaras en el metro, una chica obsesionada con la tecnología y las máquinas, le anuncia que se va a casar con un chico que conoció por Internet por lo que le pide que sea su padrino.
El filme nos presenta las rutinas, las burdas y las pequeñas miserias de una manera detallista; por eso tiene un ritmo lento, en el que se deben absorber los pequeños símbolos; pero que puede llegar a resultar tediosa (cuando la fui a ver, un tipo se levantó en medio del cine gritando que eso era una estafa). Recomiendo verla con paciencia. En esta obra se debe tener un ojo atento para captar las pequeñas metáforas que lo cotidiano nos da: un vaso que se quiebra, el agua que se derrama, una fuente a mitad de camino y, sobre todo, una multitud plena de soledad; cosas que nos hablan de como el personaje principal ha asumido el estar solo y como se va quebrando.
El fondo de todo esto es la incomunicación humana. La incapacidad de Juvenal para tener una relación verdadera con sus compañeros, aislado por decisión propia, y la de Margo que necesita de la intermediación de una máquina para llegar a alguien o incluso para procurarse satisfacción. Entre ambos no comparten más que largos silencios, visitas incómodas y vasos de agua. A este respecto, los directores dijeron: “Resolvimos componer nuestros personajes relacionándolos de forma obstinada con esta especie de alteridad compacta presente en las grandes ciudades: la multitud. En el mundo actual podemos pensar en dos formas de multitud: la multitud real, que se puede encontrar en las calles, en los grupos de personas de la urbe; y la multitud virtual, mediada por una pantalla (de computadoras, teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos) que redefine toda nuestra percepción sensorial de ser-en-el-mundo. A partir de dos personajes (Juvenal y Margõ) arquetípicos de una sociedad moderna e industrial, queremos reflexionar sobre el proceso de aislamiento del individuo y la masificación de las estructuras sociales. Las relaciones pierden naturalidad de mirar, de hablar y de escuchar, es decir, de todo lo que nos hace establecer contacto con el otro. Nuestros personajes son la encarnación radical de esta sensación". En resumen, nos hemos vuelto ineptos y extraños para el amor, para reconocernos en el otro.
El filme nos presenta las rutinas, las burdas y las pequeñas miserias de una manera detallista; por eso tiene un ritmo lento, en el que se deben absorber los pequeños símbolos; pero que puede llegar a resultar tediosa (cuando la fui a ver, un tipo se levantó en medio del cine gritando que eso era una estafa). Recomiendo verla con paciencia. En esta obra se debe tener un ojo atento para captar las pequeñas metáforas que lo cotidiano nos da: un vaso que se quiebra, el agua que se derrama, una fuente a mitad de camino y, sobre todo, una multitud plena de soledad; cosas que nos hablan de como el personaje principal ha asumido el estar solo y como se va quebrando.
El fondo de todo esto es la incomunicación humana. La incapacidad de Juvenal para tener una relación verdadera con sus compañeros, aislado por decisión propia, y la de Margo que necesita de la intermediación de una máquina para llegar a alguien o incluso para procurarse satisfacción. Entre ambos no comparten más que largos silencios, visitas incómodas y vasos de agua. A este respecto, los directores dijeron: “Resolvimos componer nuestros personajes relacionándolos de forma obstinada con esta especie de alteridad compacta presente en las grandes ciudades: la multitud. En el mundo actual podemos pensar en dos formas de multitud: la multitud real, que se puede encontrar en las calles, en los grupos de personas de la urbe; y la multitud virtual, mediada por una pantalla (de computadoras, teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos) que redefine toda nuestra percepción sensorial de ser-en-el-mundo. A partir de dos personajes (Juvenal y Margõ) arquetípicos de una sociedad moderna e industrial, queremos reflexionar sobre el proceso de aislamiento del individuo y la masificación de las estructuras sociales. Las relaciones pierden naturalidad de mirar, de hablar y de escuchar, es decir, de todo lo que nos hace establecer contacto con el otro. Nuestros personajes son la encarnación radical de esta sensación". En resumen, nos hemos vuelto ineptos y extraños para el amor, para reconocernos en el otro.
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