Guy Delisle es un diseñador canadiense (francófono) nacido en el año 1966 en Québec. Ha sido galardonado con diferentes premios por su trabajo en la novela gráfica, en especial con el Gran Premio Angoulême al mejor álbum del año 2012 (una especie de Palma de Oro de los cómics para aquellos que no lo saben) por su obra Crónicas de Jerusalem. Los que estén interesados en seguir más de su trabajo, pueden acceder a su blog personal dando click aquí.
Hace ya algún tiempo, leí su trilogía de crónicas sobre tres diferentes lugares en los que le tocó vivir: Israel (Crónicas de Jerusalem), China (Shen-Zen) y Myanmar (Crónicas Birmanas). Por supuesto, hay un cuarto libro de crónicas que ya reseñé: Pyongyang, el cual puede encontrar en este blog. Tengo entendido que hay un quinto libro titulado Crónicas de juventud, sobre sus primeros empleos en Canadá; espero poder leerlo muy pronto.
Debido a cuestiones laborales (él es empleado de compañías de animación) y al trabajo de su mujer en Médicos sin fronteras, a Delisle le ha tocado mudarse constantemente a diferentes sitios en el mundo; así que éstas obras surgieron durante esos viajes en los que lo fortuito lo llevó a los países menos pensados. En cuanto a estas obras, algunos se sentirán decepcionados si esperan historias descorazonadoras, críticas directas al autoritarismo y dramáticas vivencias en conflictos internacionales; ya que sus historias no tienen nada de épico; pues Guy siempre parte desde la narración de su vida diaria mostrando las rutinas que la caracterizan.
Claro que ningún hombre es una isla y sus narraciones terminan viéndose envueltas por un contexto mayor del que no puede escapar y que hace irrupciones inevitables. En ese sentido, sus crónicas van de lo micro a lo macro. No es un corresponsal de guerra quien narra sino alguien común y corriente envuelto en sucesos geopolíticos de los cuales él es un sujeto anónimo más. Por tanto, sus novelas gráficas no son cuadros grandilocuentes o panfletos que tratan de sensibilizarnos de la situación política en Birmnia ni del conflicto palestino-israelí o del trabajo-esclavo en China; más bien consisten en pequeños retazos de lo cotidiano (sesgados en el buen sentido) que alcanzan grandes cuotas de sinceridad. Sólo cuando miramos el cuadro por completo es que cobramos consciencia al respecto de la situación y, ocasionalmente, por medio de una pequeña metáfora o una fina ironía que puede asaltarnos de golpe y revelarnos el todo.
Después de leer a Guy, me pregunté cuántas de esos pequeños relatos he dejado escapar por pereza o por falta de atención. No es que mi vida sea muy interesante, pero no estaría de más recorrer países y escribir (ambos dos tipos de viaje distintos). Como dijo Mayakovsky, "para mí, todo aquello que respira vida, casi sustituye a la lectura".
No hay comentarios:
Publicar un comentario