Amor y dolor (1895) de Edvard Munch. |
¿Has estado enamorado alguna vez? Es horrible, ¿verdad? Te hace tan vulnerable. Abre tu pecho y abre tu corazón y eso significará que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú construyes todas esas defensas, construyes una armadura completa de forma que nada pueda herirte, y entonces una persona estúpida, similar a cualquier otra persona estúpida, se aventura en tu vida estúpida... Le das una parte de ti. No te la pidió. Sólo que un día hizo alguna tontería, como besarte o sonreírte, y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come vivo y te deja llorando en la oscuridad, de forma que una simple frase como "quizá deberíamos ser sólo amigos" se convierte en una astilla de cristal directa hacia tu corazón. Duele. No sólo en la imaginación. No sólo en la mente. Duele el alma, un verdadero dolor que-se-mete-dentro-de-ti y te descuartiza. Odio el amor. (Neil Gaiman, The Sandman, Vertigo Comics, 1988-1996.)
Una situación así está más allá del Bien y del Mal. Cuando estamos enamorados, sentimos una extraña indiferencia hacia nuestras obligaciones morales con respecto a nuestros padres, hijos, amigos —incluso si seguimos viéndolos, lo hacemos de un modo mecánico, en un estado "como si" todo palidece comparado con nuestra unión apasionada. En este sentido, enamorarse es como el rayo que alcanzó a Saúl/San Pablo en el camino hacia Damasco: una especie de suspensión religiosa de lo Ético, por usar el término de Kierkegaard. Un Absoluto interviene y desbarata el curso equilibrado de nuestros asuntos cotidianos: no es tanto que se invierta la jerarquía estándar de los valores —es mucho más radical—; otra dimensión entra en escena, un nivel diferente de ser. El filósofo francés Alain Badiou examinó el paralelismo entre la búsqueda actual de una pareja sexual (o marital) a través de las agencias de contactos adecuadas y el viejo método de los matrimonios acordados: en ambos casos, el riesgo de enamorarse queda suspendido. No hay "enamoramiento" contingente en sí, el riesgo del "encuentro amoroso" queda minimizado por los preparativos previos que tienen en consideración todos los intereses materiales y psicológicos de las partes en cuestión. El psicólogo Robert Epstein lleva esta idea a su conclusión lógica, ofreciendo la contraparte que falta: una vez que uno elige a su compañero ideal, ¿Cómo puede organizar las cosas para que los dos efectivamente se enamoren el uno del otro? Este método de elegir a un compañero se fundamenta en la mercantilización de uno mismo: en los portales de citas de Internet o las agencias matrimoniales cada posible compañero se presenta como una mercancía, detallando sus cualidades y proporcionando fotografías. En este modelo, si nos casamos hoy en día, es cada vez más para volver a normalizar la violencia de enamorarnos, la violencia que agradablemente indica el término vasco para enamorarse —maitemindu— que, traducido literalmente, quiere decir "ser herido por el amor". También por esta razón encontrarse en la posición del amado es tan violento, incluso traumático. De hecho, los célebres versos de W. B. Yeats acerca del amor describen una de las constelaciones más claustrofóbicas que uno puede imaginar:
Si tuviese las telas bordadas del cielo,
recamadas con luz dorada y plateada,
las telas azules y las tenues y las oscuras
de la noche y la luz y la media luz,
extendería las telas bajo tus pies:
pero soy pobre y sólo tengo mis sueños;
he extendido mis sueños bajo tus pies,
pisa suavemente, porque pisas mis sueños.
(W. B. Yeats, "Desea los ropajes del cielo", 1899.)"
-Texto: Acontecimiento de Slavoj Zizek.
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