De nada me lamentaré, no fue mi culpa (¡Y vaya que no lo fue!). Me queda la certeza de haber amado de verdad, con ese recuerdo quiero quedarme y no con la cólera. Curiosamente, esa noche de un siete de agosto, sonaba esta canción en el taxi mientras regresaba a mi casa de lo que siempre recordaré como el día más feliz y pleno de símbolos dulces.
La vida seguirá y hay que aceptar que todo tiene un fin, menos el fuego de tus ojos... menos el fuego de tus ojos...
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