Hace unos días regresé a mi país para pasar vacaciones y puedo decir que Honduras sigue igual o quizás un poco peor. Llegar al centro de la capital y ver de nuevo todo lleno de basura fue un golpe anímico, además de la desolación debido al toque de queda tácito que impone la delincuencia apenas cae el sol. La mayoría de mis conocidos han llegado al punto de preferir hacer las reuniones en las casas, porque ahora sólo se puede salir a establecimientos que poseen un fuerte dispositivo de seguridad privada.
El caos vial es el pan de cada día desde el inicio de la construcción del metro-bus, que yo veo como un avance; aunque causa inmenso embotellamientos en una ciudad-prisión, donde cada calle tiene portones y retenes de seguridad. La situación es tan grave que conté más de diez calles totalmente selladas en mi camino hacia Miraflores. Todo ello es parte del programa barrio seguro implementado en la alcaldía como un paliativo para frenar la delincuencia. Definitivamente no puedo evitar reírme al recordar como en Ubú desencadenado de Alfred Jarry, el demencial Rey Ubú proponía convertir su país en una cárcel para arreglarlo todo.
Las pandillas y los narcotraficantes ahora controlan completamente el sistema (algo cada vez más notorio que antes, para ser sinceros). Mientras caminaba por las calles de Comayagüela (no sin cierto temor, por supuesto), pude notar mareros acostados en plena acera todo el día o escuchando música en parlantes que suenan por todo el barrio; pero obviamente nadie puede ni quejarse, so pena de terminar en las aguas del Río Choluteca. Como gran ironía: la central nacional de la policía, antes quedaba cerca de mi casa, se trasladó a otro punto de la capital y se negaron rotundamente a regresar a su antigua sede alegando la alta peligrosidad de la zona. Ah, otra ironía: asaltaron a un miembro de la Policía Militar en mi barrio poco antes de mi regreso.
Los periódicos no dejan de reportar muertos de todas las formas, la población se ha vuelto muy creativa en eso de dejar este mundo o hacer que otros lo dejen por la fuerza. El ministro de seguridad ha preferido esconder las cifras al observatorio de la violencia, aunque prácticamente se palpa el ambiente de zozobra a todas horas y los números están de más. Mi mamá, médico desde hace muchos años, me contaba que el promedio de suicidios este año alcanzó alrededor de dos por día a nivel nacional… Incluso hay un grafiti que lo menciona en uno de los muros hospital del Seguro Social.
El gobierno y la oligarquía, por otra parte, se siguen comportando de la misma forma sectaria e insensible. Los ciudadanos aceptan su destino como un mal necesario, según ellos al bipartidismo se aplica el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer”, como me dijo un taxista, a pesar de cuan mal esté la situación. La noticia en la radio durante esa plática era la subida sustancial de impuestos que todos achacan al gasto exagerado del Partido Nacional y su millonaria campaña política sufragada fondos del Estado.
Días antes de mi llegada, chisteaba con mi hermana sobre como ese futuro post-apocalíptico de Mad Max era el retrato perfecto de la Honduras actual. Así es, sobre mi país puedo citar una frase de esa película que le calza enteramente: “La gente dice que aquí no hay más héroes ni esperanza, Mad”.
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