Relacionado con el centenario del poeta Octavio Paz que se conmemora mañana, me gustaría contar una historia cortísima en la que sólo está su poesía. Al poeta Livio Ramírez le tocó vivir el movimiento estudiantil del año 1968 en México y, en cierta ocasión, él me contó que, después de las protestas, los jóvenes cansados y todavía ardorosos, iban a los bosques de la U.N.A.M. y se reunían para leer Piedra de Sol. A veces voy a caminar a esos mismos bosques, imagino esos muchachos casi adolescentes, llenos de sueños y deseos de cambiar el mundo, algunos de ellos morirían en la matanza de Tlatelolco en octubre de ese mismo año; pero, en ese instante, estaban todos ellos allí turnándose para leer esos versos, para llenarse de fuerza, repitiendo:
"amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro".
Más allá de todas las celebraciones y el culto del sector oficial, de los egos y los pleitos, creo que el mayor logro al que pueda aspirar un poeta es un difuminarse para ser transfigurado en otras voces. Al fin y al cabo, como el mismo Paz dijo alguna vez en una entrevista: si el poeta cree que su voz es realmente suya, o es un iluso o es un gran tonto.
Me despido y los dejo con la adaptación musical que hizo Luis Pastor del poema ya citado de Octavio Paz.
Me despido y los dejo con la adaptación musical que hizo Luis Pastor del poema ya citado de Octavio Paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario