Obra dibujada y guionizada por Jaques Tardi (Francia, 1946), uno de los historietistas más importantes de esa república, fue publicada en 1993. Narra diversas historias y retazos al respecto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Bien podría decirse que es un cómic-documental, pues el autor se basó en diversos testimonios de la época, cartas y datos que pudo obtener, aunque intenta alejarse de los números y los historiadores.
Tardi toma distancia del registro histórico duro, ese que sobra en los libros de texto, y posa su lente sobre aquellos que no tuvieron derecho a réplica durante el conflicto: “No me intereso más que en el hombre y su sufrimiento, y mi indignación es grande”, nos dice. El autor recurre a los actores más directos, quienes han sido acallados por el paso del tiempo y forma un mosaico de proporciones cubistas que bien podría comparar con el Guernica en su discurso anti-belicista si no fuera porque la visión aquí es irónica y, desencantada. La narrativa se torna satírica y desesperanzada en muchos tramos y podría incluso decir, citando a Hayden White, que Jaques Tardi “contempla esas esperanzas, posibilidades y verdades en forma irónica, en la atmósfera generada por la aprehensión de la inadecuación última de la conciencia para vivir feliz en el mundo o comprenderlo plenamente"; así que al final no hay reconciliación posible con la realidad ni redención, por lo que todo se torna umbrío y nos deja con la sensación de que ninguna de lucha ha valido la pena.
Una de las críticas que se le ha hecho a esta novela gráfica es que no cede la palabra a extranjeros y el mismo autor se excusa por ello, como el mismo nos dice: “Me he limitado al bando francés por dos razones ¿Cómo reaccionaron en combate los ingleses?¿Cómo era el estado anímico de los italianos? Es muy difícil imaginar la mentalidad de un joven en 1914. Por supuesto, la mayoría de las naciones participantes en el conflicto salen mencionadas y se hace constante alusión a los alemanes como "los boches" (he empleado ese término sin desprecio, pues era el que se usaba en esa época). Espero haber sido lo suficientemente claro para que nadie hable de sentimientos de venganza o nacionalistas. He querido hacer alusión a las pobres gentes de nuestras colonias, alegremente invitadas a participar en "la fiesta". Quien ha llamado mi atención es el hombre, sea cual sea su nacionalidad, el hombre de quien se dispuso, el hombre cuya vida no valía nada en manos de sus superiores...”.
Sólo los soldados podían dar cuenta de esta carnicería y el mismo dibujante acepta que sólo les ha prestado imágenes. No hay tintes patrióticos aquí y los jóvenes sólo anhelan salir de ese infierno. Los guerreros no son heróicos ni siquiera valientes ¿Quién puede serlo ante tanta inmundicia? La derrota es a partes iguales y cada uno es llevado hacia el gran matadero, hacia la oscuridad que acecha como metáfora en alguna de las zanjas, en un túnel o incluso a la sombra de la “Tierra de nadie” donde habitan los fantasmas y los cadáveres. Luego llega el silencio y, para los que sobrevivían, sólo resta “el horror, el horror, el horror” como escribió alguna vez Josep Conrad.
La guerra de trincheras es un texto poderoso, cada cuadro es un canto contra la estupidez y una muestra de los horrores de la contienda bélica. Recopilación de cifras, sucesos dispersos y pensamientos, nos revela la cloaca en la que se convirtió toda la humanidad durante ese período. A cien años de La Gran Guerra, vale la pena leer este trabajo y reflexionar.
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