domingo, 27 de octubre de 2019

El amor visto como una búsqueda de lo perdido

Pues la inmensidad no es sino el caballo de tiro que saca
a la carreta del atolladero; y vamos hacia la razón.
pero el genio es una inmensa pequeñez, unas gotas
del corazón que amparan lo mismo a la liebre que al cazador.

¡Cuán suavemente, amor, como en el sueño de una rosa,
el viento se desliza sobre la tensa pradera de la noche!
Ve cómo los grandes ojos de madera de los bosques
observan la arquitectura de nuestra inocencia.

Tú, la ciudad; yo, el forastero; éste, el camino:
y cada uno la obra de los demás.
Y no es que el hombre tenga que esforzarse más, ni cesar la compasión; sino que
ha de vivir más libremente; que en todas sus ciudades ondee limpia una bandera…
Hemos estado demasiado tiempo solos, amor, y se ha hecho terriblemente tarde
para los pies traspasados en el agua, y no debemos morir en  este instante.
¿Te has preguntado por qué todas las ventanas del cielo estaban rotas?
¿Has visto acaso a los desposeídos en la tumba abierta de la mano de Dios?
¿O es que quieres poner de acuerdo a la alondra con la  música fatua de la guerra?

He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
el reyezuelo lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
sobre los peregrinos de la villa; y he allí
muchos brazos desesperados a nuestro alrededor y alrededor de todo lo que sabemos.

-Kenneth Patchen (Estados Unidos, 1911-1972)

No hay comentarios: