He estado muy enfermo, practicamente desde hace una semana, y los últimos tres días en cama. No tengo internet porque no se pudo pagar, así que escribo desde la biblioteca de la UNAH en donde, por alguna extraña razón, el internet está misteriosamente rápido. En estos días de verdad he visto la ventaja de que en una familia estudiar medicina sea una enfermedad, mi mamá, mi hermana, el novio de mi hermana y tres primos más se graduaron o estudian esa carrera; así que tener 26 años y no tener seguro social no es tan complicado cuando practicamente casi toda tu familia te está dando el mismo diagnóstico o recetándote algo.
Los días en la cama me han puesto a pensar en el Karma. Sí, sé que es extraño que una persona atea piense en el karma; pero recuerdo haber leído sobre él en un libro de Zen que saqué de la biblioteca. Para explicarlo de una forma entendible, el karma es esa especie de energía que no sigue a todas partes y que nace de nuestras actuaciones; es decir algo así como la ley de causa y efecto. En el hinduismo y en algunas derivaciones del budismo, cada una de nuestras reencarnaciones queda impregnada de esta energía y ella hace la diferencia entre ser un gusano o un dios con cabeza de vaca y ocho cuernos en la próxima vida; pero es algo más práctico, sencillamente uno recibe lo que hace: Si uno bebe mucho, tendrá problemas en el hígado; si alguien es promiscuo y no se protege, es probable que contraiga una enfermedad; si uno es orgulloso, tendrá pocos amigos, etc. Podría seguir hasta el infinito; pero creo que la idea les queda clara.
La única razón por la que he estado reflexionando sobre esto es porque ultimamente he pasado muchas cosas malas y siento como si el universo entero se empeñara en que, en el último año que me queda para graduarme de letras, tuviera la mayor cantidad de dificultades; es como si mi camino de redención por el error de haber gastado cinco años de mi vida estudiando derecho me pasara cuenta. De tal modo han empeorado las cosas que podría hacer una lista interminable que va desde enfermedades hasta lo infinitamente largo que se me hacen los días, ni hablar de los problemas de dinero y el dolor de estómago que me da cada vez que en mi carrera piden un libro que no tengo y que por tanto tendré que comprar.
Sería fácil, claro está, conseguir un trabajo si se tiene una licenciatura; pero la cosa no es tan sencilla porque los empleos en los que me han entrevistado siempre imponen como condición que abandone mi carrera o que deje de avanzar así como voy y la verdad es que, dadas las situaciones en cuanto a los cupos y aperturas de clases, no resulta rentable abandonarlas ahora. Otra cosa es que podría sencillamente trabajar en un bufete de abogados (otra carrera que es enfermedad en mi familia) pero le debo demasiado dinero al colegio de abogados y vuelvo a quedar en las mismas del principio; además, eso de llevar casos después de mis experiencias en los juzgados me resulta terrible.
No dejo de pensar en las oportunidades de empleo que desprecié o en el tipo de vida que llevaría ahora si hubiera aceptado una recomendación para un empleo de algún pariente que se dedica a la política, ya que teniendo un tío ex- rector, otro ex- ministro de relaciones exteriores, otro diplomático de carrera y uno que es diputado; esto no hubiese sido un problema. Es entonces cuando me doy cuenta cuan grave problema resulta ser un tipo con escrúpulos e ideales en un país donde nadie los tiene. A pesar de todo esto, de algo sí estoy seguro: No sería una persona como la que soy ahora, tengo la certeza de que "Lo bello es díficil", tal y como lo escribió Rilke en una de sus más bellas cartas al joven poeta Kappus, y, sobre todo, que hay personas que les ha tocado cosas peores en esta vida como para hecharme para atrás en este momento, no puedo imaginarme haciendo otra cosa en mi vida que no sea algo relacionado con la carrera de letras y es eso lo que me impulsa a soportar todo esto; al fin y al cabo como dijo el poeta Arthur Rimbaud: "Armados de ardiente paciencia, entraremos en las ciudades espléndidas". Pase lo que pase y sin importar el karma que nos persiga, no hay que dejar de creer en esa profecía.