domingo, 28 de agosto de 2011

28-8



Ayer, después de un calor espantoso durante toda la mañana y mientras estaba sentado en el corredor de mi casa y caía la lluvia, me descubrí cantando una vez más esta canción. Siempre que llueve me da por cantarla.

"Son cinco minutos,
la vida es eterna
en cinco minutos.
Suena la sirena,
de vuelta al trabajo
y tú caminando
lo iluminas todo,
los cinco minutos
te hacen florecer."

sábado, 27 de agosto de 2011

"El Coloso", pintura de Francisco de Goya


Sólo un burro permanece impasible en medio de la multitud que huye despavorida, sólo un burro no se da cuenta de nada.

viernes, 26 de agosto de 2011

La Real Academia no se equivoca.

Patético, ca.
(Del lat. pathetĭcus, y este del gr. παθητικός, que impresiona, sensible).
1. adj. Que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía.

jueves, 25 de agosto de 2011

25-8



Esperar y esperar y esperar, siempre en vano, siempre.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Azar Objetivo


El siguiente es un artículo titulado "Paz y Breton, un encuentro surrealista" de Guadalupe Nettel. En él se explica claramente lo que es el azar objetivo, al que Jung llamó sincronicidad (La pintura es "La gran familia" de René Magritte):

"Yo era el mediodia tatuado y la medianoche desnuda, el pequeño insecto de jade que canta entre las yerbas del amanecer y el zenzontle de barro que convoca a los muertos."

-Octavio Paz, "Mariposa de Obsidiana"

Hay en el surrealismo un interés profundo por la magia, el conocimiento esotérico y lo maravilloso. No se trataba únicamente de una curiosidad intelectual o estética, sino de una verdadera búsqueda existencial, un compromiso que dio origen a libros como Nadja o Arcano 14. La obra de Bretón está llena de pistas sobre su concepción mágica del universo y la relación que el hombre tiene con él, un vínculo estrecho, de mutua atracción como el que existe entre dos objetos imantados. Como Paz recuerda en su texto principal sobre el movimiento, Estrella de tres puntas: el surrealismo, Breton creía también en la existencia de poderes que el hombre ignora o ha perdido pero que puede recuperar por medio del deseo, el amor y la imaginación. El poeta, un ser más abierto y receptivo que el común de los mortales, se situaría en el cruce de caminos entre lo tangible y lo sobrenatural. Gracias a su sensibilidad y a un uso alquimista del lenguaje, sería capaz de traducir esos movimientos de energía, ese diálogo entre las fuerzas del mundo visible e invisible. Es de imaginar que ideas tan extravagantes no hayan sido accesibles para toda la gente, ni siquiera para todos los poetas. Según algunos, eran incluso razones suficientes para desacreditar al movimiento. Sin embargo, la tendencia esotérica del surrealismo nunca constituyó un impedimento para Octavio Paz. Es más, en la correspondencia de Octavio Paz hay una carta en donde el poeta mexicano le promete a Breton un texto sobre los oráculos mayas citados en su poema "Piedra de sol" y otra, fechada de unas semanas más tarde, que contiene el texto maya traducido al francés por el propio Paz. La carta muestra que ambos escritores discutían de temas esotéricos. De hecho resulta difícil imaginar de otra manera una amistad con Breton.

México es un país ajeno a las leyes de la razón. Esa característica nacional no sólo explica la atracción que Breton sentía por México sino también el hecho de que Paz, en vez de sentir extrañeza ante la peculiar versión del mundo que tenía el jefe surrealista, haya podido escuchar con una curiosidad natural sus discursos y teorías. La desconfianza hacia la supremacía de la razón es un punto capital para el surrealismo con el que Paz coincidió siempre. La razón y en particular la lógica que Bretón llamaba "la más odiosa de las prisiones" representaban para ambos poetas, obstáculos a la creatividad.

Que se sepa, el escritor mexicano nunca participó en los círculos esotéricos ni en las reuniones ocultistas frecuentadas por los miembros del movimiento, sin embargo en algunos de los textos de Águila o Sol (1951), su libro más apegado al canon surrealista, aparecen laboratorios de alquimia y noches de tormenta en que las palabras surgen como espíritus para hostigar al poeta insomne. Tanto la inspiración poética como el poder demiúrgico del lenguaje son temas fundamentales en este libro.

Entre los conceptos surrealistas que interesaron a Paz está el de "azar objetivo", que Breton explica en Nadja. Se trata del conjunto de fenómenos que ponen de manifiesto la intrusión de lo maravilloso en la vida cotidiana, es decir, la serie de "coincidencias" y "accidentes" que determinan nuestra vida con toda la fuerza del destino. No son hechos circunstanciales como podría pensarse, sino episodios de nuestra vida dictados por una ley superior que se nos escapa: "el mundo casi prohibido de los acercamientos repentinos, las coincidencias que nos dejan petrificados…relámpagos que nos harían ver, pero ver, sino fueran unos más rápidos que otros…se trata de hechos que pertenecen al orden de la constatación pura, pero que siempre tienen la apariencia de una señal.

Cuando Breton subraya con cursivas la palabra ver marca un contraste entre la visión cotidiana y la visión del mundo tal y como es en realidad. Otro concepto importante es el de "señal". Según este punto de vista, el hombre debe esperar con disposición receptiva, como hace el amante de Nadja, esa señal, ese llamado de lo desconocido. Seguir el llamado, dice Octavio Paz, es "partir a la reconquista de los poderes infantiles. Esos poderes -más grandes quizás que los de nuestra ciencia orgullosa- viven intactos en nosotros".

Sin embargo, esta manera de interpretar el mundo plantea una pregunta central para el autor de Libertad bajo palabra: ¿Qué margen de libertad le queda al hombre en esta red de correspondencias y diálogos en que el azar esconde los designios de una ley suprema? Paz intenta responder en Estrella de tres puntas: el surrealismo, proponiendo al amor como ejemplo de encarnación del azar objetivo.

…ninguno de nosotros podría afirmar con entera certeza si ese encuentro (amoroso) fue fortuito y necesario. Los más diríamos que, si fue fortuito, tenía toda la fuerza inexorable de la necesidad; y, si fue necesario, poseía la deliciosa indeterminación de lo fortuito. El azar objetivo es una forma paradójica de la necesidad, la forma por excelencia del amor: conjunción de la doble soberanía de libertad y destino. El amor nos revela la forma más alta de la libertad: libre elección de la necesidad."

Para Octavio Paz el encuentro con Breton es un ejemplo del más puro azar objetivo. Fue al final de la guerra, cuando recién llegado a París lo invita Benjamin Péret a participar en las reuniones del grupo celebradas en un café de la place Blanche. Desde el principio, Octavio Paz experimenta una verdadera fascinación por este hombre, veterano ya, que dirige con dignidad, aunque sin el mismo brío de antes, el movimiento surrealista : "Para mí fue un encuentro, en el sentido que daba Breton a esta palabra: predestinación y, asimismo, elección." Así pues, el André Breton que conoció Paz no era ya el poeta caprichoso que inició el movimiento, sino un hombre maduro, con frecuencia silencioso, con el que dice haber mantenido durante muchos años un diálogo imaginario. Si miramos retrospectivamente la manera en que el viejo Paz constituyó su propio grupo, no resulta difícil encontrar las huellas que el ejemplo del poeta surrealista dejó en su persona : la misma generosidad y afección por sus allegados, la misma furia implacable hacia sus opositores. En "André Breton o la búsqueda del comienzo", Paz recuerda que él, tanto como su amigos, temía desatar la ira del escritor francés cuyas reacciones ignoraban, como es de esperar, los límites de la razón.

La imagen del hombre en metamorfosis , atraía particularmente al autor de Águila o sol. Los poemas en prosa recogidos en ese libro remiten a veces a los personajes de Lautréamont que se transforman en árboles y de cuyas bocas surgen toda clase de insectos y animales roedores. Hay también diálogos con el otro yo, ese yo enemigo que nos habita y nos coarta la libertad. Recordando a Nerval que escribió en los márgenes de un retrato suyo "Yo soy el otro" o el famoso verso de Rimbaud "yo soy otro", Paz escribe:

"Lo que distingue al hombre no es tanto el lenguaje como la posibilidad de ser "otro"(…) Esta posibilidad no se realiza más que si, en efecto, salimos de nosotros mismos con el fin de ir hacia "lo otro" y perdernos en él. Ahí, en pleno salto, el hombre suspendido en el absimo entre esto y aquello, en un instante se vuelve esto y aquello, lo que fue y lo que será, en un serse que es un pleno ser, una plenitud presente. El hombre es todo lo que quiso ser: roca, mujer, pájaro, todos los otros hombres y todos los otros seres."

Resulta curiosa la manera en que Octavio Paz, al plantearse las mismas preguntas que Breton, omite las descripciones de lo maravilloso, y se refiere a él sólo de manera tangencial. Se diría que este escritor latinoamericano, venido de un mundo donde lo mágico tiene una presencia cotidiana, particularmente en la literatura, busca más la sobriedad de imágenes que el poeta francés. Mientras uno admiraba en el otro el exotismo mexicano y su absurdo cotidiano, la magia de los oráculos mayas, las piedras de sol que alumbraban su imaginario, Paz sube por las ramas del surrealismo en busca de Nerval y Lautréamont, del deseo como liberación representado en la obra de Sade, para renovarse en esa otra tradición, en esa otra magia. Es probable que bajo el efecto de una luna "objetiva" Paz se haya convertido por un instante interminable en Breton y Breton en una mariposa de obsidiana, extraviada en el París de la postguerra.

lunes, 22 de agosto de 2011

22-08



Muchos años después, Toto recuerda a Elena. Quizás una de las escenas que más me conmueve de esta maravillosa película. En este caso como dijo Julio Cortázar: "Soy de los que lloran en el cine y luego salen disimulando la cara."

miércoles, 17 de agosto de 2011

Un cuento de Herman Hesse: La metamorfosis de Píctor.

Apenas había caminado unos pasos por el paraíso cuando Píctor se dio de bruces con un árbol que era hombre y mujer a la vez. Saludo al árbol con deferencia y dijo:

-¿Eres tú el árbol de la vida?

Pero cuando vio que quien se aprestaba a responder era la serpiente en lugar del árbol, dio media vuelta y prosiguió su camino. Era todos ojos: ¡Le gustaba todo tanto! Sintió intensamente que se encontraba en la fuente y origen de la vida.
Se topó con otro árbol, que era sol y luna a la vez. Y dijo Píctor:

-¿Eres tu el árbol de la vida?

El sol asintió riendo, la luna asintió sonriendo.

Las flores más maravillosas os miraban, con los colores y reflejos más variados, con los ojos y los rostros más diversos. Algunas asentían riendo, otras asentían sonriendo, otras ni sonreían: callaban arrobadas, ensimismadas, como en su propio aroma ahogadas. Una cantaba la canción de las lilas, otra la canción de cuna azul marino. Una flor tenía unos inmensos ojos azules, otra le recordó su primer amor. Otra olía al jardín de la infancia, su perfume suave resonaba como la voz de su madre. Otra se burló de él y le sacó la lengua, una lengua muy roja y arqueada. La lamió, tenía un sabor fuerte y silvestre, sabía a resina y a miel, y también a beso de mujer.

Allí estaba Píctor, entre todas las flores desbordantes de nostalgia y de temerosa alegría. Su corazón apesadumbrado latía con fuerza, como si fuera una campana; ardía en deseo por lo desconocido, presintiendo un encantamiento.

Píctor vio un pájaro sentado, lo vio en la hierba posado, y de mil colores pintado; de todos los colores parecía el hermoso pájaro estar dotado. Preguntó al hermoso pájaro multicolor:

-Dime, ¡oh, pájaro! ¿Dónde está la felicidad?

-La felicidad- dijo el hermoso pájaro riendo con su pico de oro-, la felicidad, amigo mío, no hay donde no se halle, en la montaña y en el valle, y se encuentra por igual en la flor y en el cristal.

Tras estas palabras, el pájaro risueño sacudió su plumaje, estiró el cuello, meneó la cola, guiñó el ojo, volvió a reír, y después permaneció inmóvil, sentado en la hierba y, mira por dónde, el pájaro quedó convertido en una flor multicolor, sus plumas transformadas en hojas y sus patas en raíces. Con sus resplandores, y el fulgor de sus colores, era ahora flor entre las flores. Píctor se lo quedó mirando maravillado.

Y justo después, el pájaro-flor sacudió sus hojas y sus hilos de polvo, ya estaba harto del reino de las flores. Dejó de tener raíces, se movió con suavidad, y lentamente se elevó por los aires; se había convertido en una mariposa que se balanceó sin peso ni luz, como un ente reluciente. Píctor se quedó maravillado.

Pero la nueva mariposa, el risueño pájaro-flor-mariposa multicolor de rostros resplandeciente, revoloteó en torno al asombrado Píctor, relampagueó como el sol, y después se dejó caer suavemente caer como un copo ingrávido a tierra, pegadito a los pies de Píctor, respiró tiernamente, se estremeció ligeramente agitando sus alas deslumbrantes, y en el acto se transformó en un cristal de colores cuyas aristas desprendían una luz rojiza. Sobre la hierba verde, la gema rojiza resplandecía maravillosamente con la claridad de un alegre repique de campanas. Pero parecía como si su hogar, las entrañas de la tierra, la estuviera llamando, pues muy pronto se volvió diminuta, a punto de desaparecer.

Entonces Píctor, presa de un deseo irresistible, se apoderó de la piedra minúscula. Maravillado contemplaba su mágico resplandor que parecía un anticipo de todas las dichas que iban a colmar su corazón.

De repente, la serpiente se enrosco en la rama de un árbol muerto y le susurró al oído:

-Esta piedra te metamorfoseará en lo que tú quieras. Dile rápido tu deseo, ¡antes de que sea tarde!

Píctor se sobresaltó y tuvo miedo de que se le escapara su felicidad. Rápidamente pronunció la palabra y se metamorfoseó en árbol. Pues ya había soñado alguna vez con ser árbol, porque los árboles le parecían la encarnación de la placidez y de la fuerza, de la dignidad.

Píctor se convirtió en árbol. Sus raíces se hundieron en la tierra y creció en altura, y de sus miembros brotaron ramas y hojas. Estaba la mar de satisfecho con su suerte. Sus fibras sedientas absorbieron el frescor profundo de la tierra y sus hojas ligeras se mecieron allá arriba en el azul del cielo. Los insectos instalaron su morada en su corteza, a sus pies anidaron liebres y erizos y pájaros en sus ramas.

El árbol Píctor era feliz y no contaba los años que iban trasncurriendo. Pasaron muchos años antes de que se diera cuenta de que su felicidad no era perfecta. Poco a poco, sólo lentamente, fue aprendiendo a considerar las cosas con los ojos de un árbol. Por fin, acabó viéndolo todo claro y se puso triste.

Vio que casi todos los seres a su alrededor, en el paraíso, se metamorfoseaban con frecuencia, e incluso que todo discurría con una corriente mágica de eterna metamorfosis. Vio flores que se transformaban en piedras preciosas, o que alzaban el vuelo convertidas en resplandecientes pájaros. Vio muy cerca de él a muchos árboles que de repente desaparecían: uno se había fundido en un manantial, otro se había transformado en cocodrilo, otro, convertido en pez, nadaba alegre y feliz, desbordante de voluptuosos deseos, y pletórico se lanzaba a nuevos juegos con renovadas energías. Había elefantes que intercambiaban su ropaje con rocas, y jirafas su cuerpo con flores.

Pero él, el árbol Píctor, permanecía inalterable, él no podía ya metamorfosearse. Desde que había tomado conciencia de su inmutabilidad, toda su felicidad se había volatilizado; empezó a envejecer, y cada vez fue adoptando esa actitud cansada, seria y preocupada que suele observarse en la mayoría de los árboles viejos. También suele observarse en los caballos, los pájaros, los humanos y en todas las criaturas: cuando no poseen el don de metamorfosearse, se sumen en el tiempo con tristeza y en la preocupación y acaban perdiendo su belleza y hermosura.

Pero un día pasó por aquel rincón del paraíso una joven de rubios cabellos vestida de azul. Entre canciones y bailes, la hermosa rubia corría entre los árboles, y hasta entonces jamás se le había ocurrido plantearse si deseaba poseer un el don de la metamorfosis.

Más de un monosabio sonreía a sus espaldas, algunos matorrales la acariciaban con sus ramas, algún que otro árbol le tiraba una flor, o una nuez, o una manzana sin que ella le hiciera el más mínimo caso.

Cuando el árbol Píctor vio a la joven, una nostalgia inmensa se apoderó de él, un ansia de felicidad como no la había conocido hasta entonces. Y al mismo tiempo se sumió en una profunda reflexión, pues le pareció oír su propia sangre que le gritaba:

-¡Acuérdate! Acuérdate de toda tu existencia en este momento. Encuéntrale el sentido, si no será demasiado tarde y nunca jamás volverás a encontrar la felicidad.

Y obedeció. Lo recordó todo, su origen, sus años de ser humano, su mudanza al paraíso y muy particularmente aquel instante en el que se había metamorfoseado en árbol, aquel instante maravilloso en el que había tenido la piedra mágica en la palma de la mano. En aquel momento, cuando todas las posibilidades de metamorfosis se abrían ante él, ¡nunca antes había ardido así en su interior la vida! Pensó en el pájaro que se había reído, en el árbol que era sol y luna a la vez. Tuvo entonces la intuición de que antaño algo se le había escapado, de que había olvidado algo y de que la serpiente no le había aconsejado bien.

La muchacha oyó un murmullo en las hojas del árbol Píctor. Alzó la mirada y la embargaron, con un repentino dolor de corazón, nuevos pensamientos, nuevas ansias, nuevos sueños que despertaban dentro de su ser. Impulsada por una fuerza desconocida, se sentó al pie del árbol. Le pareció muy solitario, solitario y triste, no obstante hermoso, conmovedor y noble en su silenciosa tristeza. Seductora le sonó la suave melodía del murmullo tembloroso de su copa. Apoyó su cuerpo contra el tronco rugoso, sintió que el árbol se estremecía profundamente, sintió el mismo estremecimiento en su propio corazón. Un extraño dolor percibió en su corazón; corrían las nubes por el cielo de su alma; y lentamente unas lágrimas pesadas fluyeron de sus ojos. ¿Qué estaba pasando?¿Por qué tanto sufrimiento?¿Por qué anhelaba su corazón salírsele del pecho para saltar hacia él y fundirse en él, en el hermoso árbol solitario?

El árbol se estremeció suavemente hasta la raíz, debido al esfuerzo realizado para concentrar toda su fuerza vital y proyectarla hacia la muchacha, en el abrazador anhelo de la unión. ¡Ay! ¡Haberse dejado engañar por la serpiente y haberse convertido para siempre en un árbol solitario!¡ Qué ciego, qué insensato había sido! ¿Acaso tan ignorante había sido, tan ajeno al secreto de la vida había permanecido? No, ya lo había intuido oscuramente entonces, confusamente ya lo había presentido - ¡Ay, con qué pesar recordó y comprendió entonces al árbol que era hombre y mujer a la vez!

Pasó volando un pájaro, era rojo y verde el pájaro que pasó, y alrededor del árbol voló, el hermoso y valiente pájaro. La muchacha lo siguió con la mirada, vio que de su pico caía algo, rojo como la sangre, rojo como las brasas, que caía y relucía en la hierba verde, con unos destellos rojos tan poderosos que la muchacha se agachó, y en la hierba la piedra roja recogió. Era un carbunclo, era un rubí, y donde hay un carbunclo, oscuridad no puede haber allí.

Apenas la muchacha hubo recogido la piedra mágica en su mano blanca que el deseo anhelado que henchía su corazón se realizó. La joven se volatilizó, se fundió, formó una sola cosa con el árbol. Una rama joven y vigorosa brotó del tronco y deprisa se disparó hacia arriba hasta él.

Ahora todo estaba como ha de estar, todo estaba en su lugar, el mundo estaba en orden, por fin había encontrado el paraíso. Píctor dejó de ser árbol viejo y preocupado. Ahora cantaba a voz en grito: ¡Pictoria! ¡Victoria!

Estaba metamorfoseado. Y debido a que, esta vez, por fin había sabido encontrar la metamorfosis eterna, debido a que una mitad se había hecho un todo, a partir de aquel momento podía seguir metamorfoseándose cuanto quisiera. La corriente mágica del devenir fluyó perenne por sus venas y para siempre formó parte de la constante y permanente creación eterna.

Se transformó en ciervo, se transformó en pez, se transformó en ser humano y en serpiente y también en nube y en pájaro. Pero bajo cualquier apariencia, siempre formó un todo, una pareja, sol y luna, hombre y mujer, y como ríos gemelos fluyó a través de las tierras y como estrellas gemelas brilló en el firmamento.

-Herman Hesse, del libro "Cuentos maravillosos".

viernes, 12 de agosto de 2011

100 años de Cantinflas

Una vez, cuando yo tenía unos doce años, mientras esperaba a que un zapatero de mi pueblo terminara de hacer su trabajo, miré este discurso en un canal nicaragüense que no se cansaba de pasar un ciclo de este personaje. Este discurso me parece el mejor corolario a una de los más grandes filmes de este actor y más por el valor que tuvo para hacerlo en plena guerra fría. Siempre he pensado que sus películas combinaban una gran inocencia y una crítica dura, ésto se unía a un sano humor en todas sus historias. Puedo decir que he visto todas y cada una de las películas de Mario Moreno, que fueron parte importante de mi niñez; por eso ¡Feliz centenario Cantinflas! :)





martes, 9 de agosto de 2011

9-8


"Todo fenómeno sobre la tierra es un símbolo, y todo símbolo es una puerta abierta, por la que el alma, si está preparada, puede entrar en la intimidad del mundo, donde el tú y el yo, el día y la noche son uno. Ante cada hombre, alguna vez en su vida, aparece la puerta abierta en el camino; en cada hombre aletea en una ocasión la idea de que todos los objetos visibles son símbolos y de que, tras cada símbolo, habitan el espíritu y la vida eterna. Pocos pasan, es cierto, por esa puerta y renuncian a las bellas apariencias a cambio de la presentida realidad de lo íntimo."

-Herman Hesse, "Iris" del libro "Cuentos maravillosos". La fotografía es de "Milla de cuerda" de Marcel Duchamps.