domingo, 27 de febrero de 2011

Poema de Arseni Tarkowsky en la película "El espejo"




Todo cambió en el mundo
hasta las cosas sencillas: palangana, bocal.
Cuando detenida entre nosotros estaba
el agua dura y laminada,
algo nos llevó al más allá,
y, cual espejismo, se distanciaba
-construida por milagro- la ciudad.
A nuestros pies la menta se acostaba,
las aves seguían nuestra ruta larga
y los peces iban contra las aguas
y se abrió el cielo ante nosotros
cuando el destino nos siguió celoso
cuál un loco que lleva una navaja.


-Arseni Tarkowsky.


Nota: Más poemas de Arseni Tarkowsky en el blog del Grupo Literario Máscara Suelta.

domingo, 20 de febrero de 2011

Sí, sucede cada vez que miro un cuadro de Vincent van Gogh



viernes, 18 de febrero de 2011

18-2-11

jueves, 10 de febrero de 2011

Viajes

Algo que siempre me ha fascinado es viajar, no importa si es a lugares lejanos o a unos pocos kilómetros fuera de la ciudad. Eso sí, detesto andar con miles de personas y, aun en los viajes grupales, prefiero cerrar mi círculo de acompañantes a unas cuantas personas. Lo realmente interesante de esos viajes en grupo es que siempre queda algo que contar , algo que se nos impregna y que espero colocar en un diario de viajes algún día.

En las clases de literatura aprendí que el camino representa la vida, que el significado del viaje es buscarse y, por tanto, no es de extrañar que uno de mis poemas preferidos sea "El viaje a Ítaca" de Kavafis. Todo ese esfuerzo de salir de tu tranquilo hogar y olvidarse de tu vida ermitaña debe tener una razón particular, un significado o un aprendizaje; no puedo realizar un viaje sólo por el interés de "conocer" un lugar, algo debe impulsarme e incluso en los que soy sólo un invitado me gusta buscarle una razón, un "algo voy a hacer allá".

Con alguien hablé una vez de que ciertos lugares, por el azar objetivo quizás, tienen unos nombres que nos tocan y que, como el caso del escarabajo dorado de la paciente de Carl Jung, sirven para liberar ciertas cosas en nosotros. Es así que tengo una serie de equis marcadas en mis mapas de lugares como un barrio y unas gradas llamadas "El Olvido" en Tegucigalpa, un muelle llamado "Aurora" que está en Nueva York o un pueblo llamado Rocamadour que se encuentra en Francia. Es por eso que he decidido viajar a un pueblito llamado "Soledad" y que está en el Departamento de El Paraíso, que no tiene nada de extraordinario mas que una iglesia con doscientos años de antigüedad y una patrona llamada "La virgen de la soledad". Vamos unas siete personas (número simbólico) y cada una tiene sus propias razones.

Mi expectativa es que este sea el primero de una serie de viajes sobre los que guardaré un estricto registro, que más de alguno publicaré acá, un pequeño diario que espero llenar de todas esas anécdotas que nos dan los caminos y que, ojalá, me lleve años llenar .

Nada mejor que iniciar con una canción tan adecuada como esta:

El extranjero (Enrique Bunbury)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Goya- Dalí: perder la fe y burlarse



lunes, 7 de febrero de 2011

7-2-11





Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.


-Miguel Hernández.
(Poema musicalizado por Joan Manuel Serrat)

viernes, 4 de febrero de 2011

¿Y ustedes creen que tienen sueños raros?

Ayer, soñé que íbamos de excursión a un pirámide azteca. Estaban todos los alumnos, profesores de la carrera de letras y todo mis parientes. Aparentemente era una especie de Meca a la que todos debían ir, porque el lugar estaba lleno a más no poder, en especial de pueblos indígenas de todas las partes del continente americano.

Por dentro, tenía un estilo entre indígena y colonial, la gente caminaba al rededor de un trono adornado de flores y plumas muy coloridas. Todos daban miles de vueltas al rededor del emperador Moctezuma haciendo todo tipo de rituales y cantos. No me sorprendió el darme cuenta que el director de cine Alejandro González Iñárritu era Moctezuma y vivía en el centro de la pirámide; sí me asustó un poco que él estaba sentado en su trono y no tenía expresión alguna en su rostro.

Aquel lugar no parecía tener fin y, entre más nos adentrábamos en tal recinto, más oscuro se volvía todo ("¿Por qué nos adentramos en una pirámide?", me preguntaba, "En todo caso lo menos que estaremos haciendo es dar vueltas, no en círculo pero sí piramidales" ) Seguimos avanzando en línea recta, habitación tras habitación, hasta que se tornó una especie de mansión de estilo neo-clásico y entonces una plaga e zombis invadió el lugar. A puño limpio, y sin no pocas pérdidas (cuando todavía no nos organizábamos, mi prima Carmí fue mordida en un salón antiquísimo, de colores verdes, con lianas, árboles y lleno de elementos pantanosos), lográbamos llegar a la salida.

Ya afuera, veíamos los buses de la excursión que nos esperaban y el sol brillaba sobre un valle. Los indígenas del lugar, que caminaban descalzos de regreso a sus casas que se encontraban distribuidas en todas partes del continente americano, nos decían, cuando paraban de entonar sus alegres canciones, unos que aquello era Memphis y otros que era Minessota. El valle era realmente bello, más allá de las alambradas lo regaba la luz con sus rectilíneos rayos y se extendía sin fin aquella hermosa tierra.