domingo, 3 de julio de 2016

La crisis en la UNAH (II): El hijo rebelde

Fotograma de la película La última tentación de Cristo, dirigida por Martin Scorsese.
 
“Las víctimas son parte de ese ciclo infernal de obscenidades. Es como si para ser de verdad miembro de una comunidad tuvieras que ensuciarte las manos”.

-Slavok Zizek, La guía perversa de la ideología.

Si en la primera parte se analizó la visión del Gran Padre, toca ahora la del hijo rebelde. Hay tres aspectos a tratar para un análisis con respecto a los estudiantes: el kitsch, la ideologización y la visión romántica. En palabras de Milan Kundera, “El kitsch es la negación absoluta de la mierda, en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable.” (Kundera, 1984: 109); es decir, por medio del kistch idealizamos algo al extremo, olvidándonos de su naturaleza desagradable y, en el caso de las ideologías, esa idealización deriva en la “Gran marcha”, la idea de que la humanidad avanzará en un progreso continuo hasta perfeccionarse, "La Gran Marcha es ese hermoso camino hacia delante, el camino hacia la fraternidad, la igualdad, la justicia, la felicidad y aún más allá, a través de todos los obstáculos, porque ha de haber obstáculos si la marcha debe ser una Gran Marcha." (Cfr. Kundera, 1984).

Así, en los estudiantes, el kistch podría ser muchas cosas: el rebelde, la revolución, el cambio social.  Tomaremos en este caso algo tan abarcador como la rebeldía para analizarlo. Por medio de la idealización, se olvidan las contradicciones de todo proceso político, el juego de intereses personales y partidarios que representa la universidad en una sociedad como la hondureña. Las imágenes se centran en símbolos que reafirman el amor (dos encapuchados se besan), la inclusión (un estudiante de traje se apresta a luchar contra los policías o dos monjas pintan un mural), las autoridades como figuras destructoras de la cultura (“No importa cuántas manos de pintura le pasen a nuestros murales, nunca nos detendrán...”) o simplemente con la ridiculización de los estereotipos ("la danza de los Bryan"); sin embargo, en tanto idealizaciones, no son ciertas; porque dentro de estos movimientos, como dentro de cualquier grupo humano, existen actitudes como la misoginia, discriminación por cuestiones de clase (en cualquiera de sus formas), exclusión por credo religioso (anticlericalismo o fundamentalismo religioso) la  crítica constante a la intelectualidad (caer en la necesidad de acción inmediata), etc. Patrones verticales que no pueden ver; porque se antepone la ideologización, una ideología que se vuelve hegemónica porque no hay autocrítica. 

Muy importante en el proceso de ideologización es la narrativa por medio de la cual se presenta. La forma en la que alguien cuenta su historia es relevante; pues a través de la trama da significado a sus actos. Debido a la  ideologización, en ambos casos (autoridades y estudiantes) prima la  categoría romántica: 

“Un drama de autoidentificación simbolizado por la trascendencia del héroe del mundo de la experiencia, su victoria sobre este y su liberación final de ese mundo, el tipo de drama asociado con la leyenda del Santo Grial o la resurrección de Cristo en la mitología Cristiana, es un drama de triunfo del bien sobre el mal, de la virtud sobre el vicio, de la luz sobre las tinieblas y de la trascendencia última del hombre sobre el mundo en que fue aprisionado por la Caída” (White, 1973: 19 ).

Tenemos entonces que esta visión implica necesariamente  una creencia, por tanto, un dogma: incluso si fueran derrotados, "construirían un drama de la redención figurado" (White, 1973: 21), sin llegar nunca al fondo del asunto. Esta visión  romántica conlleva un cinismo oculto.  Aplicando las categorías de Slavok Zizek, la función cínica de la ideología en el discurso romántico de los huelguistas se escenifica de la siguiente forma: “estos estudiantes se rebelan contra un proceso de opresión que los excluye  del sistema educativo”;  para ellos y para quienes los apoyan, “hay que ver el medio social del que vienen estos estudiantes”; sin embargo, se olvida que una persona “no es simplemente el resultado de una serie de condiciones objetivas” (Zizek, 2012) un individuo puede hacer uso de su mínimo margen de libertad para subjetivizar estas condiciones y construir su propia visión (Cfr. Zizek, 2012); por lo tanto, argüir solamente las condiciones objetivas contra las normas académicas es un desacierto, resulta incompleto. 

La reacción de los estudiantes, como diría Zizek, se trata de individuos atrapados en una ideologización dominante sin tener capacidades para realizar lo que la hegemonía de otra ideología les exige: ascender, integrarse y consumir. Lo que hay allí “es el resultado de una constelación ideológica específica, donde la gran ideología que promueve justicia, igualdad, etc se desintegra” (Zizek, 2012).  Se pasa entonces a la toma de medidas confrontacionales, los estudiantes pierden la distancia, demasiado identificados con su super-yo, se convierten en la voz de su moral revolucionaria e inicia un proceso de defensa instintivo.  Así, la violencia que ellos llevarán a cabo más adelante será lo que Walter Benjamin llama  pura o divina (citado por Zizek, 2009:19-20), una violencia subjetiva e irracional en respuesta a una violencia sistémica y objetiva, ya no sólo de parte de las autoridades sino del sistema mismo y, por tanto, normalizada (Cfr, Zizek, 2009). La solución de las autoridades es simplemente llamar a la policía y aplicar de forma rígida el reglamento estudiantil, una solución simplista que no termina con el problema en sí, sino que lo perpetuará.

Dentro de la representación social, este hijo deja de existir por dos razones: porque desapareció de la escena (físicamente hablando) o porque se ha convertido en el padre. Para que el Gran Padre tenga lugar, el hijo debe dejar de ser “el hijo” y desplazar al padre para continuar el ciclo, ya que las relaciones simbólicas familiares en este caso "representan en realidad una jerarquía" (Zizek, 2012). Mientras los estudiantes sigan  reproduciendo los patrones verticales, simplemente ocuparán el lugar de las actuales autoridades en el futuro para continuar el círculo kafkiano del que hablaba en mi artículo anterior. No es extraño que las actuales autoridades hayan sido dirigentes estudiantiles en el pasado y, muy a pesar de sus excusas, hayan usado los mismos métodos de protesta que hoy condenan; porque ambas partes siempre se han centrado en una violencia subjetiva (calificable y visible), pero olvidan una violencia sistémica, simbólica e inherente (Cfr. Zizek, 2009) que cada uno de ellos reproduce; porque, debemos aceptarlo, ambas partes se justifican desde una visión romántica, en una serie de kitschs.

Bibliografía

Kundera, Milan (1984), La insoportable levedad del ser. Ed. 2002,  TusQuest, México.
White, Hayden (1973) Metahistoria, la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, Ed. 2002, Fondo de Cultura Económica, México D.F.
Zizek, Slavok (2009), Sobre la violencia, seis reflexiones marginales. Paidos, Buenos Aires. 
Zizek, Slavok (2012)  La guía perversa de la ideología  [Documental] Dirección y producción de Sophie Fiennes, Reino Unido: Blinder Films y otros


sábado, 2 de julio de 2016

La crisis de la UNAH (I): Carta al padre.

Saturno devorando a su hijo, pintura de Francisco de Goya.
La crisis de la UNAH se puede resumir en la representación del "Gran Padre". A lo largo de nuestra infancia, desde nuestra familias, se nos ha exigido guardar silencio ante los mayores; allí está el Gran Padre (no necesariamente masculino, sino símbolo de un sistema heteropatriarcal) con su gran garrote lleno de púas para castigarnos si hablábamos cuando no debíamos o si lo corregíamos y le mostrábamos su error. Desde nuestra infancia se nos condiciona para aceptar el dogma de la verticalidad y el autoritarismo ¿Cómo se espera entonces tener una generación de personas que entienda la participación democrática y las relaciones horizontales? La figura del Gran Padre se traduce después en La Rectoría, el Señor Presidente, el Pastor, el Cura, el novio, el esposo, el hijo mayor, etc. En el caso de la UNAH, son reveladoras frases como “¿son adultos los que dicen eso?”; para las autoridades, un joven es un incapaz para hablar de institucionalidad; aunque, cuando hay rebelión en contra de la figura gerontocrática, se persigue a los transgresores con todo el peso que les proporciona la verticalidad. Ante ello, lo que le queda a los estudiantes es responder con la única representación hondureña que pueden oponer: la del mártir, se asumen como un Cristo salvador que debe sacrificarse a la ira del "Gran Padre" para pagar los pecados de todos. Finalmente, este patrón se reproduce como un círculo kafkiano en nuestra sociedad: el hijo es incapaz de volverse un ser autónomo; por lo que siempre deberá ser tutelado por un padre omnímodo que exigirá su muerte (simbólica) a cambio de su "libertad", muy entre comillas; porque sólo se da una reforma parcial del sistema o la destrucción (ahora sí física) de la persona. Esta narración de sacrificio será realizada por medio de una visión romántica que los individuos participantes son incapaces de trascender; por ello están condenados, como Sísifo, a recoger la enorme roca y volver a intentar subir la colina.

La política en la UNAH (no de ahora, sino desde hace mucho) contra profesores, estudiantes y trabajadores, se resume en el viejo esquema de ser temido antes que amado, de vigilar y castigar a todo aquel que vaya contra una visión personal o señale errores en el proyecto institucional. Lo que se busca es la disminución del individuo ante la institución: “Usted es parte de este proyecto, nosotros no lo vamos a excluir; sino que es usted quien se excluye si elige no participar”, “haga lo que tenga que hacer, lo que se le ordena”, “debe devolverle a la institución aquello que le ha dado”; la universidad, en estas frases, se revela como un ente totalitario al que se debe servir antes que a una comunidad o al individuo. En el imaginario de las autoridades, las universidad no son los participantes en ella, sino un ente abstracto que debe ser defendido de sus enemigos, externos e internos, y esto sólo se puede lograr por la imposición de un orden a rajatabla, por medio de una jerarquía absoluta, de la supresión de la comunidad en favor de la autoridad. Hay una ideología de este tipo, que pregona la importancia del Estado sobre el individuo, pues éste último sólo existe para servir a la organización social misma; esa corriente ideológica se llama fascismo.