miércoles, 16 de noviembre de 2022

Guy de Leslie y su crónica en la novela gráfica


Guy Delisle es un diseñador canadiense (francófono) nacido en el año 1966 en Québec. Ha sido galardonado con diferentes premios por su trabajo en la novela gráfica, en especial con el Gran Premio Angoulême al mejor álbum del año 2012 (una especie de Palma de Oro de los cómics para aquellos que no lo saben) por su obra Crónicas de Jerusalem.  Los que estén interesados en seguir más de su trabajo, pueden acceder a su blog personal dando click aquí.  


Hace ya algún tiempo, leí su trilogía de crónicas sobre tres diferentes lugares en los que le tocó vivir: Israel (Crónicas de Jerusalem), China (Shen-Zen) y Myanmar (Crónicas Birmanas).  Por supuesto, hay un cuarto libro de crónicas que ya reseñé: Pyongyang, el cual puede encontrar en este blog. Tengo entendido que hay un quinto libro titulado Crónicas de juventud, sobre sus primeros empleos en Canadá; espero poder leerlo muy pronto.  


Debido a cuestiones laborales (él es empleado de compañías de animación) y al trabajo de su mujer en Médicos sin fronteras, a Delisle le ha tocado mudarse constantemente a diferentes sitios en el mundo; así que éstas obras surgieron durante esos viajes en los que lo fortuito lo llevó a los países menos pensados. En cuanto a estas obras, algunos se sentirán decepcionados si esperan historias descorazonadoras, críticas directas al autoritarismo y dramáticas vivencias en conflictos internacionales; ya que sus historias no tienen nada de épico; pues Guy siempre parte desde la narración de su vida diaria mostrando las rutinas que la caracterizan. 

Claro que ningún hombre es una isla y sus narraciones terminan viéndose envueltas por un contexto mayor del que no puede escapar y que hace irrupciones inevitables. En ese sentido, sus crónicas van de lo micro a lo macro. No es un corresponsal de guerra quien narra sino alguien común y corriente envuelto en sucesos geopolíticos de los cuales él es un sujeto anónimo más. Por tanto, sus novelas gráficas no son cuadros grandilocuentes o panfletos que tratan de sensibilizarnos de la situación política en Birmnia ni del conflicto palestino-israelí o del trabajo-esclavo en China; más bien consisten en pequeños retazos de lo cotidiano (sesgados en el buen sentido) que alcanzan grandes cuotas de sinceridad. Sólo cuando miramos el cuadro por completo es que cobramos consciencia al respecto de la situación y, ocasionalmente, por medio de una pequeña metáfora o una fina ironía que puede asaltarnos de golpe y revelarnos el todo.

Después de leer a Guy, me pregunté cuántas de esos pequeños relatos he dejado escapar por pereza o por falta de atención. No es que mi vida sea muy interesante, pero no estaría de más recorrer países y escribir (ambos dos tipos de viaje distintos). Como dijo Mayakovsky, "para mí, todo aquello que respira vida, casi sustituye a la lectura".    

sábado, 6 de agosto de 2022

Tú misma comprenderás que en el futuro...

"Cuando vivíamos en Berlín, Kafka iba con frecuencia al parque de Steglitz. Yo le acompañaba a veces. Un día nos encontramos a una niña pequeña que lloraba y parecía totalmente desesperada. Hablamos con ella. Franz le preguntó qué era lo que la apenaba, y nos enteramos de que había perdido su muñeca. Enseguida inventa él una historia con la que explicar aquella desaparición. «Tu muñeca tan sólo está haciendo un viaje. Lo sé. Me ha enviado una carta». La niña desconfió un poco: «¿La has traído?». «No, la he dejado en casa, pero mañana te la traeré». La niña, ahora curiosa, ya había olvidado en parte su pena. Y Franz volvió enseguida a casa para escribir la carta.
 
Se puso manos a la obra con toda seriedad, como si se tratara de escribir una obra. Estaba en el mismo estado de tensión en el que se encontraba siempre en cuanto se sentaba al escritorio, aunque sólo fuera para escribir una carta o una postal. Por lo demás era un verdadero trabajo, tan esencial como los otros, porque había que preservar a la niña de la decepción costara lo que costase, y había que contentarla de verdad. La mentira debía, por tanto, convertirse en verdad a través de la verdad de la ficción. Al día siguiente llevó la carta a la pequeña, que le estaba esperando en el parque. Como la pequeña no sabía leer, él lo hizo en voz alta. La muñeca le explicaba en la carta que estaba harta de vivir siempre en la misma familia, y expresaba su deseo de experimentar un cambio de aires, en una palabra, quería separarse por algún tiempo de la niña, a la que quería mucho. Prometía escribir todos los días. Y Kafka, de hecho, escribió una carta diaria en la que siempre informaba de nuevas aventuras, que se desarrollaban muy deprisa, de acuerdo con el ritmo de vida especial de las muñecas. Al cabo de unos días, la niña había olvidado la verdadera pérdida de su juguete y ya sólo pensaba en la ficción que se le había ofrecido como sustituto. Franz ponía en cada frase de la historia tanto detalle y sentido del humor, que el estado en que se encontraba la muñeca resultaba del todo comprensible: la muñeca había crecido, había ido al colegio, había conocido a otras gentes. Aseguraba una y otra vez que quería a la niña, pero aludía a las complicaciones que iban surgiendo, a otras obligaciones y otros intereses que de momento no le permitían retomar la vida en común. A la niña se le pidió que reflexionara, y así se la preparó para la inevitable renuncia. 

El juego duró por lo menos tres semanas. Franz tenía un miedo terrible ante la idea de cómo darle fin, pues aquel final debía ser un verdadero final, es decir, debía hacer posible el orden que reemplazara el desorden provocado por la pérdida del juguete. Pensó largamente y al final se decidió por hacer que la muñeca se casara. Primero describió al joven marido, la fiesta de compromiso, los preparativos de boda. Después, con todo detalle, la casa de los recién casados: «Tú misma comprenderás que en el futuro tendremos que renunciar a volver a vernos». Franz había resuelto el pequeño conflicto de la niña a través del arte, gracias al medio más efectivo del que él personalmente disponía para ordenar el mundo." 

 -Historia atribuida a Dora Diamant en el libro Cuando Kafka vino hacia mí, recopilado por Hans-Gerd Koch.

sábado, 9 de julio de 2022

Porque pisas mis sueños

Amor y dolor (1895) de Edvard Munch.

"En la versión de libro de texto del idealismo de Platón, la única realidad auténtica es el orden inmutable y eterno de las Ideas, mientras que la realidad material siempre cambiante no es más que su débil sombra. Desde ese punto de vista, los acontecimientos pertenecen a nuestra inestable realidad material; no afectan al orden eterno de las Ideas en el que precisamente no ocurre nada. Sin embargo, ¿es ésta la única lectura posible de Platón? Recordemos la descripción que hace Platón de Sócrates cuando una Idea se apodera de él: es como si Sócrates fuera la víctima de un ataque histérico, parado en el lugar durante horas, ajeno a la realidad que hay a su alrededor —¿acaso no está describiendo Platón aquí un acontecimiento por excelencia, un encuentro repentino y traumático con otra dimensión suprasensible que nos alcanza como un rayo y hace añicos nuestra vida entera? Para Platón, la forma primera y más elemental de un encuentro así es la experiencia del amor, y no es de extrañar que, en su diálogo Fedro, compare el amor con la locura, con ser poseído —¿no es así cuando estamos profundamente enamorados? ¿No es el amor una especie de estado de excepción permanente? Todos los equilibrios de nuestra vida cotidiana se ven afectados, todo lo que hacemos está coloreado por el pensamiento subyacente de "eso" —o, como Neil Gaiman, el autor de la célebre serie de novelas gráficas Sandman, escribió en un pasaje memorable:

¿Has estado enamorado alguna vez? Es horrible, ¿verdad? Te hace tan vulnerable. Abre tu pecho y abre tu corazón y eso significará que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú construyes todas esas defensas, construyes una armadura completa de forma que nada pueda herirte, y entonces una persona estúpida, similar a cualquier otra persona estúpida, se aventura en tu vida estúpida... Le das una parte de ti. No te la pidió. Sólo que un día hizo alguna tontería, como besarte o sonreírte, y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come vivo y te deja llorando en la oscuridad, de forma que una simple frase como "quizá deberíamos ser sólo amigos" se convierte en una astilla de cristal directa hacia tu corazón. Duele. No sólo en la imaginación. No sólo en la mente. Duele el alma, un verdadero dolor que-se-mete-dentro-de-ti y te descuartiza. Odio el amor. (Neil Gaiman, The Sandman, Vertigo Comics, 1988-1996.)

Una situación así está más allá del Bien y del Mal. Cuando estamos enamorados, sentimos una extraña indiferencia hacia nuestras obligaciones morales con respecto a nuestros padres, hijos, amigos —incluso si seguimos viéndolos, lo hacemos de un modo mecánico, en un estado "como si" todo palidece comparado con nuestra unión apasionada. En este sentido, enamorarse es como el rayo que alcanzó a Saúl/San Pablo en el camino hacia Damasco: una especie de suspensión religiosa de lo Ético, por usar el término de Kierkegaard. Un Absoluto interviene y desbarata el curso equilibrado de nuestros asuntos cotidianos: no es tanto que se invierta la jerarquía estándar de los valores —es mucho más radical—; otra dimensión entra en escena, un nivel diferente de ser. El filósofo francés Alain Badiou examinó el paralelismo entre la búsqueda actual de una pareja sexual (o marital) a través de las agencias de contactos adecuadas y el viejo método de los matrimonios acordados: en ambos casos, el riesgo de enamorarse queda suspendido. No hay "enamoramiento" contingente en sí, el riesgo del "encuentro amoroso" queda minimizado por los preparativos previos que tienen en consideración todos los intereses materiales y psicológicos de las partes en cuestión. El psicólogo Robert Epstein lleva esta idea a su conclusión lógica, ofreciendo la contraparte que falta: una vez que uno elige a su compañero ideal, ¿Cómo puede organizar las cosas para que los dos efectivamente se enamoren el uno del otro? Este método de elegir a un compañero se fundamenta en la mercantilización de uno mismo: en los portales de citas de Internet o las agencias matrimoniales cada posible compañero se presenta como una mercancía, detallando sus cualidades y proporcionando fotografías. En este modelo, si nos casamos hoy en día, es cada vez más para volver a normalizar la violencia de enamorarnos, la violencia que agradablemente indica el término vasco para enamorarse —maitemindu— que, traducido literalmente, quiere decir "ser herido por el amor". También por esta razón encontrarse en la posición del amado es tan violento, incluso traumático. De hecho, los célebres versos de W. B. Yeats acerca del amor describen una de las constelaciones más claustrofóbicas que uno puede imaginar:

Si tuviese las telas bordadas del cielo,

recamadas con luz dorada y plateada,

las telas azules y las tenues y las oscuras

de la noche y la luz y la media luz,

extendería las telas bajo tus pies:

pero soy pobre y sólo tengo mis sueños;

he extendido mis sueños bajo tus pies,

pisa suavemente, porque pisas mis sueños.

(W. B. Yeats, "Desea los ropajes del cielo", 1899.)"


-Texto: Acontecimiento de Slavoj Zizek.

miércoles, 12 de enero de 2022

Vencidos

 Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.


Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,

y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,

va cargado de amargura,

que allá encontró sepultura

su amoroso batallar.

Va cargado de amargura,

que allá «quedó su ventura»

en la playa de Barcino, frente al mar.


Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Va cargado de amargura,

va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.


¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,

en horas de desaliento así te miro pasar!

¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura

y llévame a tu lugar;

hazme un sitio en tu montura,

caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura

que yo también voy cargado

de amargura

y no puedo batallar!


Ponme a la grupa contigo,

caballero del honor,

ponme a la grupa contigo,

y llévame a ser contigo

pastor.


Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar…


-León Felipe (1884-1968), Versos y oraciones del caminante.