miércoles, 22 de enero de 2014

El adiós a un gran amigo

Aquella mañana de agosto del 2004, no me imaginaba el vuelco que iba a dar mi vida. Fue el día que inició el Taller Literario Edilberto Cardona Bulnes, en el cual pude conocer a muchos de mis actuales amigos (hermanos debería decir). Bajo la instrucción del poeta Fausto Maradiaga, cada viernes estábamos, unas veces puntuales y otras no tanto, para discutir y revisar las creaciones literarias de los que asistíamos. Así fue durante tres años hasta el último período de 2007, cuando nuestro maestro se jubiló; cerrando de esa forma una de las etapas más importantes de mi vida. A la larga, fue esa experiencia la que me hizo decidirme a estudiar Literatura.  

Gracias a Fausto, aprendimos mucho sobre poesía; pero más que eso, nos enseñó sobre la vida, sobre el amor a la vida y el valor que se requiere para continuar con ella, dando la batalla en un país que parece recordarnos a cada instante que nuestra misma existencia no vale nada. Contrario a la línea general de la literatura hondureña, sumamente depresiva y con al rededor de cincuenta poetas suicidas, acostumbraba citar que "si el arte se desentiende de la vida, la vida se desentiende del arte". 

Era como un segundo padre para cada uno de nosotros. Hace unas horas me anunciaron que ha muerto y siento una enorme tristeza. Pude verlo días antes de mi regreso a México, estuvimos horas platicando con algunos de los amigos del taller. Cuando nos despedimos, no me esperaba que fuera la última vez, aunque su estado de salud en el último año me hacía tener una mala espina. 

Fausto Maradiaga nos formó y en cada uno de sus alumnos se va a continuar su legado, esa es su victoria, la de los grandes maestros.


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