sábado, 9 de marzo de 2019

Lectura para el que nunca le ha cantado a un hijo

1

Tú has nacido en un sitio verdadero,
lejos del mar
y cerca del olvido;
en un lugar
donde aún la patria llora
aunque nadie lo diga;
en un planeta sudoroso
y triste
que aun discute su origen
y su carga
al rededor de un parque de ceniza;
en un país de rigurosa piedra
donde vivir es tan sólo una pena
tocada de azul convaleciente,
de un silencio que escucha
y nos devuelve
el asiduo rumor de las estrellas;
en un país de portentosa niebla,
de habitantes extraños,
incongruentes,
que aun encienden hogueras en las vísperas
y que se santiguan
con las manos sucias,
que le venden las cruces a los muertos
y aun le niegan las flores
a los vivos.

Tú has llegado a la luz de cuerpo entero
y eres un hijo mío:
testimonio
de que naciste solo
en una aldea
con las manos sedientas de rocío
Llegaste a tiempo de sumar las horas
con los naufragios
(y la luz a ciegas)
llegaste a tiempo de mirar el rostro
fatal del siglo veinte,
y esperar
los navíos cargados de despojos,
de sangre y luto y alguien
que dijo la verdad
y busca un sitio más para sus huesos.
Tú ya has cruzado la cercana niebla,
la sombra más adicta a la medalla,
la costra gemebunda de los días
llorándole el recuerdo a las estatuas
y a los ríos más lentos
su camino.

Tú has llenado de amor
todo el paisaje,
me debes sólo el corazón,
tan sólo;
y has de inclinar la frente
ante la vida
pero todas las tarde,
por si acaso,
por si acaso hay un lirio profanado.

2

Por fin me has dado un paso en la blancura,
y eso ya es levantarse de mañana
sobre la tierra oscura
y acosada
sobre tu dulce infancia
sostenida
sólo en la flor segura
y en mi mano.

Por fin me has dado un paso en la sonrisa:
aguas sin barcos,
soledades sin frío;
y dice tu mamá que ya caminas,
y dice tu mamá que ya eres hombre
de dar un beso y consagrar el vino; y qué quieres que yo haga
si andan locos,
si andan locos de dicha
los caminos...

-Antonio José Rivas, del libro El interior de la sangre.

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