sábado, 24 de enero de 2009

La pianista (Dir. Michael Haneke, 2001)



Escribo todavía sobrecogido por la emoción y quizás eso empañe un tanto mi comentario sobre esta película. Nunca, lo repito, nunca en mi vida había conocido un personaje como Erika Kohut (Isabelle Huppert) que yo recuerde en el cine, ningún personaje ( valga la redundancia) me había inspirado tantos sentimientos, en especial de conmiseración, como para mantenerme al borde mi asiento durante las tres cuartas partes de la película.
Erika, a pesar de ser una mujer mayor y con cierta independencia, vive todavía con su anciana y detestable madre (Annie Girardot), con la cual mantiene una relación absolutamente freudiana y que la exaspera hasta los límites. Como forma de escape, Erika tiene una doble vida y en realidad, dentro de su fachada de maestra estrica, es una mujer aprisionada, más que sujeta a ese mundo, y sus estallidos nos deslumbran; porque son una expresión pura de estos sentimientos que niega (la escena del vidrio roto y el final bastarían para darnos cuenta de ello).
En un concierto privado al que asiste con su madre conoce a Walter Klemmer (Benoît Magimel) el joven alumno que se enamora de ella, que tiene que lidiar con los deseos sádicos de Erika y el hecho de que se niegue a si misma la posibilidad del amor o siquiera del placer. Aunque dice en verdad amarla se verá transformado.
Es una película con escenas muy fuertes, que pueden resultar chocantes para ciertas personas; pero la verdad es que Haneke nos muestra la verdadera oscuridad del ser que todos guardamos, así nos vanagloriemos como Erika al decir que sus sentimientos nunca han derrotado a su razón.

1 comentario:

marcela dijo...

Desde que vi la película siempre quise comprarme el libro, y la única vez que lo encontré en Plaza no tenía el dinero. -.-